Hugo E. Gamboa Cabrera

¿Se acabaron los partidos?

Hugo E. Gamboa Cabrera

Una señora llamada Vera de Jesús Fontalvo de Reales, realizó un análisis sobre los partidos tradicionales—Conservador y liberal—de los que afirmó que “con su accionar pusieron de manifiesto una manera de gobernar usando prácticas que fueron nocivas en tanto que el país tenía y tiene dificultades muy conocidas por la opinión pública.” No debemos olvidar que, gracias a ambas colectividades se sostuvo una democracia representativa que, infortunadamente, pese a defender la institucionalidad y abogar por un desarrollo que brindara bienestar a unos y olvido a otros, “buscaron la manera de unirse para preservar sus intereses en el manejo del Estado”.

Esa fue la equivocación de ambos partidos, el de defender derechos y posturas que hoy afectan profundamente la vida democrática de nuestro país, al dejar las puertas abiertas para que la izquierda radical se tomara el poder con las inquietantes situaciones de todo orden que ello significa.

El suscrito ha sido conservador al lado de dos líderes inmensos como Carlos Holguín Sardi y Germán Villegas Villegas, quienes realizaron obras que todavía persisten en el tiempo, que se preocuparon por el progreso de la comarca y de la capital vallecaucana.

Ahí están sus hechos y su historia.

Lo demás podrá ser maledicencia de sus antagonistas y de malestares causados por su importancia y liderazgo pero, no puedo dejar de lado que, hoy ante la ausencia de un liderazgo como el de antaño, esos partidos políticos cayeron en la inoperancia, en la ambición de poder y dinero sin importar como y, lo peor, perdieron la mística y el decoro.

Algunos vendieron sus “votos” a gente extraña a la región, otros se fueron a nuevos logos y colores, sin importar su idiosincrasia política original, vistiendo nuevas casacas, nueva filosofía partidista, nueva sonrisa y mejor chequera.

Es de suponer, entonces, que el liberalismo y el conservatismo perdieron su esencia. Quienes todavía ostentan los colores azul y rojo lo hacen gracias a las dádivas que les dibujan desde otra vertiente—parecía increíble—la de la izquierda, donde, supuestamente, les van a seguir dando la mano para que también “vivan sabroso.”

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