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Manos a la obra

Víctor Manuel García

En muchos “corrillos” y “mentideros” políticos del Valle se menciona constantemente la necesidad que se dé un cambio urgente en los liderazgos del departamento, se aborda este tema como algo de suma importancia regional, lo cual es de acuerdo a la percepción de diversos participantes asiduos de estos espacios, un reclamo sentido de los vallecaucanos en general.

Al realizar el ejercicio de recorrer diversos municipios de la geografía departamental, se puede encontrar un sustento a la percepción de estos “corrillos”, pues al sostener diálogo con las personas del común, del vallecaucano “de a pie”, se nota un gran desgaste frente a la “clase política” que ha liderado los destinos de este territorio en los últimos 20 años.

Es tal el nivel de desgaste que la apatía hacia el proceso electoral es un elemento generalizado que se puede encontrar en municipios de todos los rincones, desde El Cairo en la punta norte, pasando por Roldanillo, Bugalagrande, Tuluá, El Cerrito, Buenaventura, Palmira y por supuesto Cali.

Es tan profunda esta situación que al momento de conversar en estos municipios con varios de sus habitantes, hay un elemento central que acompaña y alimenta ese desgaste: la percepción que los liderazgos actuales en su mayoría, solo se preocupan por beneficiar las estructuras políticas que han sustentado sus elecciones en los últimos años.

Y no es para menos ni es extraña esta percepción, pues en muchos campos el departamento ha perdido liderazgo y ha retrocedido en sus avances durante los últimos años, hasta en el ámbito político donde su relevancia ha sido opacada por regiones como la Costa Atlántica, Antioquia y por supuesto Bogotá.

En materia económica por ejemplo, el Valle ha venido perdiendo de manera constante en aspectos como la competitividad. Es así como, en el último informe del Consejo Privado de Competitividad liderado por la Universidad del Rosario, el departamento perdió dos puestos en el ranking nacional, siendo superado por Santander, Risaralda y Atlántico, unas zonas que históricamente siempre han estado por detrás del Valle del Cauca.

De igual forma el departamento ha perdido participación y relevancia en la dinámica económica nacional, pues según cifras del DANE la economía del Valle para el 2010 tenía una participación del 11,6% sobre el PIB total del país, mientras que para el año 2022 su participación se redujo al 9,8%, algo que sin duda va en detrimento del bienestar económico y social de los vallecaucanos, pues al tener una economía cada vez menos relevante, será inevitablemente menos atractiva para las nuevas inversiones y para la retención de las existentes, inversiones empresariales que generan empleo y desarrollo regional.

En materia de infraestructura, es claro el vergonzante grado de deterioro de las vías terciarias del departamento e incluso las de conexión intermunicipal, para citar algunos ejemplos está la vía que conduce de Tuluá a Barragán, la que conduce al corregimiento de Tenerife en El Cerrito, la vía que comunica el municipio de El Cairo con el resto del departamento o para no ir muy lejos la vía Cali-Candelaria, la cual es un verdadero monumento a la ineficacia del ejercicio administrativo público vallecaucano.

En seguridad sin duda esta es una región que se encuentra en rojo, tanto así que de acuerdo al ranking realizado por el Consejo Ciudadano para la Justicia de México, el Valle del Cauca cuenta con tres de las 50 ciudades más violentas del mundo. Sin embargo, al ser un ranking que solo tiene en cuenta a ciudades con más de 300 mil habitantes, excluye poblaciones como Tuluá y Buga que llevan varios años sufriendo del asiduo flagelo de la violencia en contra de sus habitantes.

En el Valle por estar pensando en el corto plazo y en cálculos electoreros, los líderes locales y regionales parece que han perdido el rumbo y han dejado de lado las proyecciones de mediano y largo plazo que conlleven a acciones que busquen transformaciones sostenibles en el tiempo, que a su vez, tengan como objetivo el desarrollo y el bienestar de los cinco millones de vallecaucanos y no solo de un reducido grupo electoral, tal como lo perciben los habitantes de diferentes rincones del departamento.

Es momento que en el Valle del Cauca se comience a pensar y actuar diferente, y ese cambio debe provenir desde el liderazgo de las entidades públicas como la Asamblea, la Gobernación, las Alcaldías y los Concejos municipales, es hora que se comience a dar un relevo generacional real, una nueva generación de líderes que sea capaz de tomar las banderas de una verdadera transformación y que tenga la plena voluntad y capacidad de ponerse “manos a la obra”.

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