El populismo con diferentes formas o revestimientos y su auge se debe a los defectos de la Democracia como sistema que debe ser replanteado por la inconsistencia y disfuncionalidad de algunas instituciones democráticas; a la crisis económica de vastos sectores sociales que son instrumentalizados por los partidos políticos o los nuevos liderazgos que buscan ascenso; y por los efectos de la globalización que ha desestabilizado las economías nacionales.
Claramente se visualiza un populismo de izquierda y un populismo de derecha. Antes en América Latina donde brotó el populismo desde los años 30s del siglo XX, el populismo posaba como de izquierda, aunque no fuese totalmente transformador era progresista tratando de abrir los espacios de participación a las masas populares. O eran populistas de centro izquierda, después algunos militares rebeldes que, invocando la ampliación de beneficios para el pueblo, buscaban disimuladamente ascender y lucrarse ellos mismos.
Hoy, el populismo de derecha como lo observamos en el Reino Unido (con el Brexit), en EEUU (con Trump), en Francia, Austria, Holanda, están acudiendo también a llamar al pueblo para movilizarlo invocando fantasma, alentando sustos y mintiendo: sin ninguna intención de mejorarles su posición de clase.
Las mentiras digitales facilitan el surgimiento del populismo de derecha porque los populistas de izquierda (también lo hacen), son más moderados. Si el primigenio populismo burdo buscaba con promesas atraer electorado, el populismo de derecha y el neopopulismo buscan atraerlo con propósitos torvos y al mismo tiempo buscan espantar el electorado del adversario electoral y absorber el electorado restante. Todas las formas de populismo acuden al pueblo con diferente discurso para “redimirlo”, resolver sus carencias y “transformar” la sociedad. Lógico porque necesitan los votos para ganar y luego ejecutar parcialmente lo que prometen.
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