Cali, abril 23 de 2025. Actualizado: miércoles, abril 23, 2025 10:01
Luis Ángel Muñoz Zúñiga
Especial Diario Occidente
El día de la Mujer, en conmemoración de las 129 mujeres cremadas vivas en 1908 en Nueva York, a pesar del esfuerzo reivindicativo de las organizaciones feministas, es una fecha que diluye su esencia histórica, debido a que los hombres se aúnan a la celebración como si se tratase de cualquiera fiesta social.
Se reduce a entregarle flores, compartirle mensajes e invitarle a tomar algunas copas de vino. Es una ingratitud histórica, gremial y política, porque no se valora la importancia de la mujer en la historia. Olvida que, Manuela Beltrán, tuvo la valentía de romper la publicación de los nuevos impuestos fijados por el Virreinato. Que, Policarpa Salavarrieta, fue la paladina fusilada por sus actividades libertarias. Que, María Cano, fue la líder de principios del siglo XX, en promover las primeras organizaciones sindicales de trabajadores.
Con el avance de las luchas sociales, la mujer asumió con vehemencia su liderazgo, hasta el punto de también volverse víctima de las persecuciones. Pero, encontramos que, para aprobar la Constitución Política de 1991, entre setenta y cuatro constituyentes, solamente cuatro eran mujeres. Sin embargo, la mujer no declina sus banderas reivindicativas.
Las mujeres celebren el 8 de marzo con idéntica esencia de un primero de mayo, porque ambas fechas conllevaron a reclamar derechos laborales y sociales. A la mujer no solo le ha tocado emprender sus propias luchas, sino que también le ha correspondido ser protagonista, testigo de su accionar, constructora de su legado y narradora de sus historias, en una sociedad con rezagos patriarcales.
La mujer ha acompañado a los hombres en las luchas sociales, destacándose en: la revolución francesa, la independencia de América y la revolución rusa. Sin embargo, la mujer ha sido ignorada, censurada y perseguida por sus compañeros de lucha con quienes marchó, como le ocurriera a Olympe de Gauges, en la revolución francesa, que por orden del revolucionario Robespierre, fue guillotinada por proponer los Derechos Ciudadanos de La Mujer.
Al tiempo que las mujeres logran sus reivindicaciones, otras congéneres han recopilado su legado. Ellas mismas conservan la memoria histórica y reflexionan sobre sus luchas, aunque falte el acompañamiento intelectual de los hombres. En los encuentros y los foros de mujeres, desde la historia, la literatura y el ensayo, ellas son protagonistas y testigos. Sería bueno que los varones acudiéramos a esas fuentes bibliográficas, para que no las tratemos como meros objetos de deseo, sino que las valoremos como seres reflexivos.
Entre sus recopilaciones, se destacan: “Las mujeres en la historia de Colombia”, Magdala Velásquez Toro; “Las desobedientes Mujeres de nuestra América”, María Mercedes Jaramillo y Betty Osorio, directoras del proyecto bibliográfico; “Mujer, amor y violencia”, grupo Mujer y Sociedad; “La mujer es puro cuento”, Milagros Palma; “Femenino fin de siglo”, Rosa María Rodríguez Magda; y “La guerra contra las mujeres”, Susan Faludi.
“Las mujeres en la historia de Colombia”, 1995, bajo la dirección académica de Magdala Velásquez Toro, es un importante y completo estudio de género, que en tres tomos reúne a cuarenta y una especialistas, que escriben sobre el liderazgo de las mujeres en los movimientos sociales, la evolución de su condición jurídica, la rebeldía de las mujeres desde los tiempos coloniales, su participación en las guerras contra la Corona Española, la conformación del Estado republicano, sus aportes a la educación, las artes y la literatura. “La reflexión académica, social y política, acerca de las mismas mujeres se ha legitimado, tomado cuerpo y ocupa su lugar”, dice Magdala Velásquez. Siguiendo esa misma línea, “Las Desobedientes Mujeres de Nuestra América”, 1997, es un proyecto más amplio, de carácter continental, coordinado por María Mercedes Jaramillo y Betty Osorio de Negret, que recopila trabajos de más de veinte mujeres, españolas, cubanas, argentinas, chilenas, bolivianas, estadounidenses y colombianas.
“El libro –explican Jaramillo y Osorio-, recoge biografías que rescatan el devenir histórico y el quehacer existencial de algunas mujeres hispanoamericanas que marcaron su momento y su medio por haberse enfrentado a las reglas establecidas o las injusticias sociales que las marginaban u oprimían”. El Grupo Mujer y Sociedad de la Universidad Nacional de Colombia, publicó “Mujer, amor y violencia”, 1991, antología de ensayos que desentrañan la lógica que presupone la inferioridad de la mujer, el trabajo doméstico como una forma ancestral de opresión de la mujer y el nuevo estilo de las luchas de las organizaciones de feministas.
Rosa María Rodríguez Magda, en su ensayo “Femenino fin de siglo”, 1994, señala las dificultades que afronta la mujer, inmersa en una sociedad aún machista, donde los discursos y el poder están en manos del hombre. “Ser mujer parece estar destinado a proliferar en el equívoco. Vivir un espacio diseñado por otros. Definirse es un lenguaje hecho por otros. Buscarse es un entramado de razones que otros pensaron. Ser mujer es un estado en que la alienación se superpone así misma. Está, por decir, la alienación de todos, esa de la que se sale, supongamos, tomando conciencia; y es aquí donde a la mujer se le duplican las dificultades, pues no basta con tomar la conciencia de todos, que por global suele ser masculina, hay que tomar la de una misma, y ¡ay! para ello, sino faltan historias, palabras, y atajos, siguen aún sobrando trampas”.
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