Cali, diciembre 7 de 2024. Actualizado: sábado, diciembre 7, 2024 00:11
Si de algo se ufanan los caleños, y tienen razón para hacerlo, es de la riqueza hídrica de su ciudad, atravesada por siete ríos, privilegio que tienen pocas urbes de gran tamaño en el mundo. Sin embargo, ese gran orgullo hoy debe ser, en verdad, una gran vergüenza, pues de las siete fuentes de agua que cruzan el área del municipio, no hay ni una sola en condiciones ambientales al menos aceptables.
Aunque suene paradójico, el mal menor de los ríos de Cali no es la escasez de agua que por estos días es crítica por cuenta del intenso verano, el problema mayúsculo es que el poco líquido que por ellos corre está altamente contaminado y que sus cuencas están deforestadas.
Después de su paso por la ciudad, o, mejor, a su paso por ella, el Cañaveralejo, el Meléndez, el Lili, el Aguacatal y el Cali se convierten en cloacas; del Cauca no hay nada qué decir, porque cuando llega al Valle ya viene altamente contaminado, y el Pance, que se encuentra en el estado menos malo, que no quiere decir bueno, se ve cada vez más afectado por la invasión urbana de su zona de influencia.
Es inaudito que en un mundo en el que cada vez se valora más el agua, los caleños dejen que este gran tesoro natural se les escurra entre las manos y que más allá de limpiezas ocasionales de los cauces, que han sido convertidos en basureros, no se haga nada de fondo por recuperar lo que se ha deteriorado ni por proteger lo que aún está libre de contaminación, que es muy poco.
Por muy fuerte que sea el verano que azota a la región, otra sería la situación de los ríos de Cali si sus cuencas no estuvieran invadidas, deforestadas y contaminadas; la amenaza de racionamiento no es un campanazo de alerta, sino la primera consecuencia del abandono y el abuso con las fuentes de agua. Ojalá las autoridades pasen del asombro a la acción y entiendan que la recuperación de los ríos debe ser una prioridad.
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