Cali, abril 24 de 2025. Actualizado: jueves, abril 24, 2025 16:17
Lo que se avecina en el panorama electoral de Colombia es una estrategia de provocación en la que los ciudadanos no deben caer.
Los discursos que buscan dividir al país entre “buenos” y “malos”, entre ricos y pobres, no son más que una maniobra para llevar el debate político a la confrontación y la polarización, desviando la atención de lo realmente importante: las propuestas, la trayectoria y la capacidad de los candidatos.
El riesgo de este tipo de narrativas es que trasladan la discusión electoral del terreno racional al emocional, generando enfrentamientos basados en rumores, insultos, ataques y desinformación.
En lugar de analizar quiénes tienen la preparación y las soluciones para los problemas del país, la elección se convierte en un campo de batalla de manipulaciones que solo benefician a quienes buscan caos para obtener ventaja política.
Es evidente que hay un plan orientado a exacerbar los ánimos y generar un clima de crispación similar al del estallido social de 2021, un episodio que, con el tiempo, se ha demostrado que fue aprovechado políticamente por el actual gobierno y sus aliados para consolidar su llegada al poder.
La historia parece repetirse, y los colombianos deben ser conscientes de que alimentar la confrontación solo servirá a quienes desean capitalizar electoralmente el desorden.
El país necesita un debate electoral serio, donde prime la argumentación sobre la manipulación y donde las decisiones se tomen con sensatez.
La elección del próximo Congreso y del nuevo gobierno debe ser un proceso basado en la reflexión, no en la agitación.
Votar con rabia o bajo el influjo de la propaganda emocional ha demostrado ser un error costoso.
Esta vez, más que nunca, la serenidad y el análisis deben prevalecer para evitar repetir los errores del pasado.
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