Es innegable que la Inteligencia Artificial (IA) es una maravillosa tecnología.
Procesa más rápido y de forma efectiva información, procedimientos y llega a conclusiones que tomarían más tiempo y harían más costosas muchas tareas.
Cada día es un más usada por todos, y para niños y jóvenes, y gran parte de los profesionales, acelera trabajo y estudio.
Y hasta quienes no saben de algo (por ejemplo cocinar), pueden preparar una maravillosa comida. Solo basta con preguntarle a la IA.
Hay que reconocer que a quienes trabajamos en el ámbito educativo y somos padres de familia, la IA nos intimida, a tal punto que nos lleva a preguntar, con cierto temor: ¿Qué pasará con nuestro trabajo?, ¿la IA nos reemplazará?, ¿para qué profesores si existen modelos de IA -como Chat GPT, Copilot, Claude, Gemini, LlaMA 2, Jasper, y hasta el propio Whatsapp ya la tiene incorporada-… que orientan y responden rápidamente?, ¿cómo enseñar a los hijos a estudiar y a pensar sin que la IA lo haga por ellos?
La IA no nos va a reemplazar, como algunos dramáticamente piensan.
La IA es un desarrollo de la Inteligencia Humana (IH), la misma que creó el lenguaje binario, los códigos de programación, la informática y el procesamiento de millones y millones de datos, que son los que fundamentan la IA.
La IA es hija de la IH,y no podrá superar al cerebro humano.
Eso sí, por su capacidad de almacenamiento y de cruzar datos, la IA ayuda a la IH a encontrar respuestas y a procesar problemas más fácil y rápidamente, pero no significa que tenga respuesta a todo.
Finalmente, la IA es una máquina de datos que trabaja con la información que los humanos le suministramos gracias a nuestras interacciones en la web.
Los robots o sistemas automatizados de las empresas, los sistemas de IA que ayudan a crear diseños, a dan consejos, a escribir poesías o a hacer tareas de álgebra, solo relacionan variables de información, que obtienen de bases de datos, y dan una respuesta (a veces errónea), y que cualquier humano podría hacerlo, aunque a menor velocidad.
Sí, es cierto que la IA nos demanda, a los profesionales, padres de familia y educadores, nuevas formas de trabajar y de enseñar a los hijos, en el hogar, en la escuela y el en trabajo.
Con la información que registramos en los sistemas digitales, enseñamos a la IA a hacer muy bien labores repetitivas (por ejemplo, cómo se programa un diseño, cuáles deben ser los elementos para una campaña, cómo preparar un alimento, cómo redactar un correo o identificar los síntomas de una enfermedad), y a establecer relaciones entre conceptos ya conocidos (cómo resolver una ecuación matemática, calcular cuántas personas pueden ocupar un estadio, escribir como un Premio Nobel o superponer una imagen sobre otra).
La IA no analiza desde cero, necesita datos. La IH sí puede analizar desde cero.
Lo que debemos dejar de hacer es enseñar a estudiar y a trabajar con las mismas fórmulas repetidas, que cualquiera (persona y máquina) pueden responder (memorizar la raíz cuadrada de…).
El verdadero desafío para no ser reemplazado por la IA está en la capacidad de actuar, de pensar y de responder de forma creativa, de salirse del libreto y de estar por fuera de las fórmulas, para demostrar que la IH sigue, y seguirá siendo, una mina de conocimiento inexplotada y una oportunidad maravillosa para el avance de la humanidad.
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