No hemos aprendido

Edwin Maldonado

Seguimos envueltos en el mismo círculo vicioso en el marco de la pandemia. La naturaleza humana es volver a lo conocido y no hemos encontrado estrategias nuevas para detener el contagio del COVID-19. Ahora que nos estamos acercando a un tercer pico de la pandemia, la respuesta fácil del gobierno nacional es seguir con las medidas restrictivas y los mandatarios locales son los que tienen que poner la cara a la ciudadanía, cuando hay desgaste en la población por la afectación económica y psicológica, y cuando no se están entregando a los municipios la cantidad de vacunas que necesitan.

Es verdad que desde septiembre del año pasado gran parte de los sectores han sido habilitados para operar y esto ha generado la recuperación de una parte de los empleos. No obstante, la destrucción del empleo se mantiene alta e incluso en los primeros dos meses del año aumentó el desempleo en Cali. La realidad es que el ritmo de recuperación del empleo no es el suficiente para frenar el tránsito hacia la pobreza de gran parte de la población vulnerable, si todos los sectores no están funcionando y si se siguen creando restricciones sin planificación.

Particularmente en un departamento como el Valle que tiene una estructura económica diversificada, no es sostenible restringir la operación de algún sector, se debe abrir totalmente la economía, pero desde luego, con limitaciones en operación de acuerdo con las particularidades sectoriales y asegurando el cumplimiento de los protocolos de bioseguridad. Debemos trabajar en un plan de desconfinamiento total que incluya reforzamiento de la pedagogía, monitoreo constante, vacunación acelerada con el concurso del sector privado, y sobre todo, la colaboración entre toda la población, buscando un balance seguro entre la vida social y la productiva.

Al inicio de la crisis eran necesarias medidas de aislamiento obligatorio, para retrasar la velocidad de contagio, postergar el pico y lograr que en este tiempo se pudiera reforzar nuestra capacidad de atender esta crisis. Es decir, que solo estábamos ganando tiempo, para aprender a manejar esta crisis, pero al parecer no aprendimos y seguimos con la misma fórmula. Los platos rotos lo está pagando el sector formal de la industria nocturna que ve cómo no puede recuperarse plenamente, puesto que cada vez que se encrudece la situación, la estrategia es toque de queda nocturno, lo cual no estamos seguros que sea lo más eficiente y fomenta la informalidad. ¿Qué empresa pensará en contratar nuevos trabajadores o tomar un crédito sin saber si mañana va a poder trabajar o no? Esta inseguridad es insostenible.

La respuesta natural de muchos, es que en otros países las restricciones son más fuertes, pero la diferencia está en que en esos países los subsidios y estímulos para la población afectada son más altos y compensan mayormente el daño que se creó. Pero en Colombia esto no ha sucedido, las ayudas han llegado tarde o no han llegado a toda la población que lo requiere. Se estima que esta crisis pudo afectar de una u otra manera al 70% de los trabajadores, es decir que los 15 millones de trabajadores vieron afectados su ingreso (9,5 millones informales) y las ayudas sociales solo han logrado cubrir una tercera parte de estos. El PAEF que fue una buena medida, llegó cuando ya muchas empresas habían sacado personal y solo han beneficiado alrededor del 10% de las empresas del país.

Esta misma falta de recursos en las que acusa el gobierno nacional para justificar una nueva reforma tributaria. Y aquí otra vez parece que no hemos aprendido, después de 13 reformas tributarias en los últimos 20 años. Cada cierto tiempo se quiere arreglar la caja, pero nunca se hace la verdadera reforma estructural que consolide un sistema tributario más simple, equitativo y eficiente. Es verdad que esta coyuntura es diferente, dado que así como se afectó las finanzas de las personas y las empresas, se afectaron la de los entes territoriales y del gobierno nacional.

Uno podría pensar que gracias a la estabilidad macroeconómica que ha tenido el país pudiéramos seguir accediendo a los mercados financieros internacionales al menos por este año y que combinando con una buena asignación del gasto, redunde en el cierre de las brechas sociales que por esta crisis se han ampliado.

Estaba esperando el texto de la reforma, que a la fecha no ha sido publicado y solo se conocen algunos apartes. Aunque hay algunas propuestas buenas para la discusión y que podría servir en este contexto, creo que falta claridad en cómo redoblar los esfuerzos para mejorar la eficiencia del gasto y ver las posibilidades de reducción y/o resignación, no basta con su congelamiento. También faltan incentivos a la formalidad y trabajar en la elusión y evasión fiscal.

Bajo el contexto actual, preocupa que se vea afectado el proceso de reactivación, por medidas que desincentivan el consumo, bajen la confianza de los consumidores y afecten el poder adquisitivo. Este no es el momento de extender el IVA a otros productos hasta que no se haya implementado completamente la devolución del IVA a la población más vulnerable.

Sigo pensando que este año no está para reformas tributarias, es claro que hay un desbalance fiscal enorme y se necesitan recursos para asegurar los programas sociales, pero la pregunta es si la mejor estrategia para contrarrestar esto, es afectar con impuestos el bolsillo de los colombianos, ya de por sí afectados por una crisis económica.

Un sabio consejo dice que no se debe tomar decisiones importantes en momentos de crisis, el foco del país debería estar en lograr que el 70% de la población esté vacunada lo más pronto posible y aumentar los instrumentos y estímulos para que las personas y las empresas recuperen sus fuentes de ingreso. Luego de que este año tengamos claro cómo queda la economía, si podríamos pensar en una reforma tributaria realmente estructural, en la que quede plasmado el mensaje que nos deja esta crisis, que todos debemos ser solidarios y contribuir desde lo que podamos, y promover un nuevo contrato social que equilibre las cargas entre todas las personas y empresas, sin afectar la competitividad y la reactivación.

@edherma

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