Economía del cuidado

José David Solís Noguera

Estar compartiendo mucho más tiempo con mi familia en estos momentos de cuarentena obligatoria, me ha permitido no sólo valorar la cotidianidad del hacer, sino que me ha llevado a reconocer el gran aporte que hacen las mujeres a la economía del cuidado.

Aunque siento que en Colombia hemos avanzado en acortar la brecha de la desigualdad, aún tenemos un reto enorme en la erradicación de la naturalización de los roles de cuidado en las mujeres que termina restringiéndolas de sus derechos y afectando sus vidas en muchos sentidos. Hace unos días, leía un artículo de la economista Natalia Quiroga, autora del libro “Economía Pospatriarcal”, donde compartía sus ideas acerca de la mercantilización, el factor de pánico y el desafío de recuperar lo humano ante la crisis actual propiciada por el coronavirus.

Aunque esta es una crisis de cuidados, Quiroga, nos lleva de una manera interesante a reflexionar sobre el aporte que ha dado la economía feminista a la necesidad universal del cuidado. Las estrategias solidarias tienen una gran fuerza y aunque resulte importante valorar el trabajo de las mujeres en el hogar, considero necesario repensarnos y revalorizar la reproducción de las tareas familiares.

Esta pandemia ha afectado a las mujeres expresado crudamente en la manera en que se gestionan las necesidades de cuidado, llevando al límite del agotamiento a los cuerpos femeninos en su capacidad para cuidar. Este aislamiento ha sobrecargado a las mujeres y las ha expuesto a unos escenarios muy peligrosos de violencia machista, poniendo en evidencia la falta de redes solidarias y de protección para ellas.

Es clave preguntarnos cómo vamos a construir las formas para repensarnos el mundo del trabajo, el mundo del cuidado y de la protección social.

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