Los poderes ocultos, hábilmente manejados, se conservan de un gobierno a otro, hacen el tránsito con la mayor destreza, se instalan o reinstalan.
Son los poderes de la clase política que perdió las elecciones pero se enquistan en el nuevo gobierno a través de funcionarios y testaferros clientelizados; las elites y los burócratas que viven de ellos, los trashumantes que se camuflan en cada gobierno.
Solo les importa conservar lo que tenían en el gobierno anterior, y fastidiar, obstaculizar para poder proseguir haciendo lo mismo detrás de los nuevos funcionarios a quienes se enganchan y engañan, o los hacen transigir, o los corrompen, para ellos permanecer ejerciendo poderes ocultos y logran hacer pervivir el sistema bipartidista o conservador ,más derechizado.
Pero unos son los funcionarios enquistados que buscan terminar su carrera para jubilarse amparados en el anterior poder y sus políticos profesionales, y otros los que maniobran para logar estancar al nuevo poder que logró el triunfo electoral.
Los poderes ocultos se manejan desde afuera del aparato del Estado, instrumentalizando a los funcionarios anteriores y utilizando el derecho como arma política, enredando el estado de derecho y utilizando a las Altas Cortes y a los organismos de control para distorsionar el derecho vigente con nuevas interpretaciones que impidan las ejecuciones de políticas públicas.
La corrupción enquistada desde los anteriores gobiernos busca continuar a través del manejo oculto de las formas de decidir o incidir para continuar, esto es lo que más afecta la Democracia, la corrupción crónica. Y dentro del sistema neoliberal mucho más porque los servicios públicos se privatizaron y los derechos sociales más esenciales se volvieron mercancías.
Es decir, el mercado al reemplazar al Estado abrió las compuertas para la reproducción de los corruptos. Antes de empezar la era neoliberal, la corrupción tradicional tanto municipal, la departamental y la nacional de manejaba rebanado los presupuestos de la hacienda pública de cada ente estatal.
Desde hace 34 años los empresarios que mercantilizan servicios y derechos pasaron a saquear las arcas del Estado y manejan los poderes ocultos con obsecuentes, abyectos y calanchines que les sirven para este saqueo y estas obstrucciones.
Bajo ese contexto hoy los poderes ocultos están enraizados dentro de la cúpula de los partidos del bipartidismo que, posan de pluralistas con partidos bisagras al mismo bipartidismo; las instituciones estatales, la rama judicial derechizada; los poderes ocultos o invisibles también los manejan a través de las asociaciones de gremios económicos, los industriales, la banca nacional, los medios de comunicación, los empresarios de los servicios públicos y las hidroeléctricas; el sector salud y las EPS, el manejo de las pensiones desde el sector financiero; las universidades privadas y las castas agrarias, de ganaderos y agentes de los terratenientes que se atraviesan a todo lo que se perciba como cambio social.
La Democracia es un sistema que contiene o permite formas de gobierno, elecciones abiertas para facilitar la alternancia o sucesión de otro, si obtiene las mayorías; contiene instituciones, ramas del poder, orden territorial, organismos de control, cortes judiciales, un estado de derecho, mecanismos de defensa, reconocimiento de derechos humanos, sociales, ambientales, etc.
Y quien llega al poder es reconocido por los demás competidores, obtiene la legitimidad con ese reconocimiento y ejerce un poder visible para ser controlado por la oposición y los organismos de vigilancia de la función pública o del tesoro nacional. Pero dentro de esa arquitectura jurídica de instituciones y normas se agazapan los que quieren seguir ejerciendo poderes invisibles u ocultos que, no tienen control y no solo buscan el provecho personal, además buscan la obstrucción del nuevo poder visible.
Allí están los poderes ocultos que entraban, impiden el desarrollo del nuevo gobierno y horadan los presupuestos. Lo hacen con malabares, terminología encriptada, apoyos de funcionarios supérstites enclavados en los ministerios, alcaldías y gobernaciones, y judicialmente con los magistrados y jueces que se comportan como un partido político judicial, sin reconocerlo.
La elección popular de alcaldes y gobernadores, a primera vista es de esencia democrática y de origen federalista (dentro del Estado centralista y “unitario”),esta situación dual(centralismo y federalismo)para la parte administrativa abre o facilita desobediencias de mandatarios elegidos por partidos políticos que no obtuvieron el poder central, y abre las compuertas a los clanes políticos regionales que están avezados al saqueo del erario público.
Los elegidos ejercen un poder visible en cada departamento, pero pueden tener poderes ocultos a su favor , de esta manera la corrupción se reproduce en las regiones, como mal metastásico. Y los organismos de control en cada ente territorial se amoldan a los directrices de los clanes políticos. Esa es otra cara de la desgracia de esta Democracia sin controles.
El encostramiento de la burocracia parasitaria que se camufla de un gobierno a otro para permanecer dentro del aparato del Estado, para sobrevivir ocultos haciendo daño y beneficiándose con los nuevos funcionarios que asumen cargos intermedios en la administración, hábilmente permanecen dentro del nuevo gobierno, así sea del bipartidismo tradicional o del multipartidismo como zaga de la misma estirpe, o centristas de derecha; pero si se trata de un gobierno progresista o de izquierda, hacen lo mismo con más insidia y saña, para obstruir y beneficiarse, formando pequeños poderes ocultos dentro del gobierno visible que debe responderle a la comunidad y a los organismos de veeduría. Organizan un subgobierno invisible que se lucra con la continuidad de los negocios montados; pero además, tapona, obstruye y dificulta la gobernabilidad.
Norberto Bobbio, jurista y filósofo italiano, explica en su libro Democracia y secreto, compilación de columnas que, “ En un régimen democrático es absolutamente inadmisible la existencia de un poder invisible que actúa en paralelo, a la vez en su interior y en su contra, en algunos ámbitos en connivencia y en otros en competencia, que hace uso del secreto no precisamente para eliminarlo, pero tampoco para servirlo, sino que lo utiliza principalmente para rodear, e incluso violar impunemente las leyes, así como para obtener favores extraordinarios o ilícitos.
Se trata de un poder que lleva a cabo actos políticamente relevantes sin que de ello se derive responsabilidad política alguna; por el contrario, busca sustraerse a través del secreto, de las responsabilidades civiles, penales y administrativas normales”. (Bobbio, 2013).
Bibliografía:
Bobbio Norberto. Democracia y secreto. Compilación de columnas publicadas en periódicos italianos La Stampa, Paese Sera, Spadolini Nuova Antología .Libro publicado por el Fondo de Cultura Económica. Inicialmente por Giulio Einaudi Editori S.P.A. Primera edición en español, año 2013.
Comments
Fin de los artículos
No hay más artículos para cargar