Desde que se establecieron las elecciones en Colombia la presidencia la han obtenido los partidos tradicionales, solos, en alianzas, por periodos hegemónicos, por alternación o disfrazados con otros nombres, pero la izquierda nunca ha ganado la presidencia, solo ha ganado en algunas ciudades o pueblos, o departamentos, y no reeditan el poder.
Con el sistema de las dos vueltas electorales es más difícil ganar sin alianzas serias y consistentes. El fraccionamiento lleva a la derrota. Los egos, el personalismo, la figuración a ultranza impiden esos acuerdos, luego quedan expuestos a la negación de los derechos como oposición, inclusive o a ser ninguneados en todas las actuaciones. La centro -izquierda di se hubiese conformado de verdad pudo obtener el poder en el año 2018 y se dejaron vencer por no pactar. El señor Sergio Fajardo(de la centro-derecha) dejó libres a sus electores y no supo orientarlos, por lo tanto, se ha ido desvaneciendo con un discurso gelatinoso. Humberto De la Calle fue dejado expósito por su propio partido liberal en las elecciones presidenciales anteriores, intento coaligarse con Fajardo y el jefe del partido liberal, César Gaviria pactó con Iván Duque abandonando al candidato del partido e impidiéndoles un acto de acercamiento etc.
Como lo expuse en mi libro “Partidos políticos y populismo”, en las últimas elecciones presidenciales de Colombia, afanosamente el centro político fue conformado desde el 12 de marzo hasta el 26 de mayo de 2018, lo trataran de armar cada uno por su lado desde las campañas de Vargas Lleras, Sergio Fajardo y Humberto de la Calle. Esa trifurcación hizo imposible la construcción de un centro político fuerte, por obvias razones: fue una rapiña de votos para tres vertientes. El centro político en esa elección estaba condenado a ser disuelto porque los dos candidatos de los extremos, la derecha (Duque) y la izquierda (Petro), también estaban al mismo tiempo atrayendo parte de ese electorado.
Pero ante la polarización desatada desde la campaña del NO para el plebiscito de octubre 2016, el electorado con comportamiento concurrencial a las urnas ya estaba dividido, agrandada la brecha por la seguidilla de ataques y enfrentamientos del año 2017, con secuelas en la estima de las personas, el orgullo y sentimientos de odio inyectados, una consecuencia nefasta que, terminó por polarizar a amplios sectores de la población. Entonces, los ciudadanos votantes polarizados o radicalizados, evitaron jugar a ser del centro político, y apoyaran al más afín de los extremos del campo ideológico.
Como ninguno podía ganar en la primera vuelta electoral (ni la derecha, ni el centro, ni la izquierda), los tres campos del espacio político estaban fragmentados, entonces el mismo sistema electoral de dos vueltas constitucionales (con 3 semanas de distancia), y en este caso inevitables, hizo que se anticipara la segunda vuelta desde la primera vuelta, en el sentido de la toma de posiciones. Y en la segunda vuelta electoral se repolarizaron. El centro político en esa ocasión solo sirvió de abrevadero a los protagonistas de la polarización agenciada por las élites, en virtud a las posturas adoptadas sobre el proceso de paz.
El centrismo se presenta como una opción moderada de hacer política, como los portadores del consenso y de soluciones pactadas. Su inserción en el respeto a la institucionalidad hace a los centristas adoptar actitudes reformistas, contemporizadoras y poco conformacionales. De esta manera los militantes de izquierda ven a los centristas como tibios, indecisos y pancistas: Querer estar bien con todos. El centrismo lleva a una mixtura ideológica entre la socialdemocracia, la tercera vía, un populismo recatado y la incorporación de criterios liberales que no rompan con las tradiciones. Los partidos de centro se alimentan de políticas progresistas, moderadas y dentro de los mecanismos de participación establecidos convocan a las acciones menos riesgosas para sus socios en el poder.
Reitero, en Colombia para la coyuntura electoral 2018 frente a la primera vuelta electoral, después de los resultados de las consultas del 11 de marzo, tres sectores políticos querían mostrarse como del centro político para ser competitivos respecto a la derecha política(encarnada por el partido Centro Democrático), y la izquierda política liderada por Gustavo Petro, casi en solitario, apoyado con los logos de la UP, del MAIS y el ASI, que lo acompañaron; esos tres sectores mencionados que posaron de CENTRO son : el Vargasllerismo, una parte del liberalismo con De la Calle y Sergio Fajardo con las formaciones políticas que lo respaldaron(la Alianza Verde, y una corriente llamada Compromiso Ciudadano). La pregunta es esta: ´¿Por qué si existía el centrismo solo para las elecciones 2018 lo mostraron ?. El centro político si realmente existe en la práctica, debe actuar durante todo un Gobierno o un largo período, no se debe armar artificiosamente y a la carrera para demostrar que existe.
Esta convocatoria para conformar la centro izquierda Alejando los extremismos, con aspiraciones desde todos los partidos tiene tres problemas: Los de centro-centro le tienen temor a los de izquierda pura(es el caso de Fajardo respecto a Petro); los de centro- izquierda dudan de la centro-derecha y de la izquierda extrema(algunos miembros del Polo-Democrático); y los liberales distanciados del oficialismo(como En Marcha, a lo Macrom), son lo que queda por rescatar de la dilución del partido liberal, afectado por las guerras civiles del siglo XIX; golpeado por la persecución contra los líderes gaitanistas (1946-48); azolado por la violencia bipartidista; acomodado durante el Frente Nacional y derechizado en el postfrentenacional en 5 gobiernos; los remanentes de esas mutaciones son liberales moderados que se acercan a la Tercera Vía santista y a la socialdemocracia intermedia; en este proceso si acaso podrán conformar alianzas de centro-centro.
Una coalición, alianza o bloque de centro-izquierda que sea competitivo en el año 2022 no puede repetir la fragmentación del año 2018, y debe diseñar unas reglas de juego interna que permitan seleccionar a un candidato de confluencia, disminuyendo los egos de los presidenciales en la alianza. Acordar un pacto histórico para rescatar la Paz, ampliar la democracia, hacer realidad los derechos sociales consagrados en la constitución, solucionar el problema agrario y de tenencia de tierras, derrotar la corrupción y recuperar la institucionalidad erosionada en las tres ramas del poder público.
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