Cali, junio 17 de 2025. Actualizado: martes, junio 17, 2025 17:34
Vivimos en una cultura que glorifica la velocidad. Más rápido, más productivo, más conectado.
Pero en medio de tanto hacer, muchos han olvidado cómo simplemente ser.
El estrés, la fatiga, los trastornos del sueño y la ansiedad están en niveles alarmantes.
Y en ese escenario, una palabra casi revolucionaria emerge como acto de resistencia: lentitud.
La filosofía del slow living —vivir lento— no es hacer todo despacio. Es vivir con intención.
Es elegir calidad por encima de cantidad.
Es, como dice Carl Honoré, autor de Elogio de la lentitud, “hacer las cosas a la velocidad adecuada”.
Cada día miles de personas despiertan cansadas, comen sin saborear, se mueven sin sentir su cuerpo, se desplazan sin mirar a su alrededor.
Viven en “modo automático”. Esta desconexión sostenida tiene consecuencias reales:
– Niveles elevados de cortisol, la hormona del estrés.
– Problemas digestivos y hormonales.
– Ansiedad, insomnio, irritabilidad.
– Enfermedades inflamatorias.
– Sensación constante de insatisfacción o vacío.
“Estamos tan ocupados siendo eficientes que nos estamos perdiendo la vida”, afirma la terapeuta de bienestar emocional Isabel Montoya.
“El cuerpo nos pide pausa, pero la mente sigue corriendo”.
Es una invitación a vivir desde la conciencia, eligiendo la calidad del presente por encima de la urgencia del futuro.
No se trata de renunciar a la productividad, sino de recuperar el equilibrio entre hacer y descansar, entre avanzar y disfrutar.
Algunos pilares del slow living son:
Alimentación consciente: saborear, agradecer, comer sin pantallas.
Pausas activas: detenerse para respirar, estirarse, mirar el cielo.
Desconexión digital: límites claros con el celular y el correo.
Relaciones presentes: escuchar de verdad, sin multitarea.
Simplificar la agenda: decir que no, priorizar, dejar espacio.
Mariana, emprendedora y madre de dos hijos, vivía en constante prisa.
“Sentía que no tenía tiempo para nada, pero vivía agotada. Empecé a caminar más despacio, a comer en silencio, a apagar el celular en las noches. No cambié mi vida, cambié mi ritmo. Y todo mejoró”.
Testimonios como el suyo se repiten. La lentitud no solo reduce el estrés, sino que también mejora la digestión, el sueño, la concentración y hasta el sistema inmunológico.
Empieza por las mañanas: despierta 10 minutos antes, respira, estírate, toma un té sin mirar el celular.
Practica el “monotasking”: haz una cosa a la vez. Hazla bien. Disfrútala.
Crea rituales de pausa: después de cada bloque de trabajo, tómate 5 minutos para respirar o caminar.
Desactiva notificaciones: cada interrupción fragmenta tu atención.
Rediseña tu agenda: incluye espacios vacíos. El descanso también es una prioridad.
La lentitud no es pereza. Es una forma de presencia. Cuando desaceleras, recuperas claridad.
Escuchas a tu cuerpo. Tomas mejores decisiones. Saboreas la vida.
Porque la vida no se trata de llegar rápido… se trata de llegar vivo.
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