El anuncio del paso de la minga indígena por Cali dentro de pocas semanas generó una fuerte polémica, evidencia innegable de que aún hay heridas abiertas por la situación que vivió la capital del Valle del Cauca durante los dos meses del paro nacional.

Si bien las preocupaciones manifestadas al respecto son comprensibles, lo primero que se debe pedir a las partes al abordar este tema es un esfuerzo por bajarle a las tensiones, pues nada más inconveniente para la ciudad que reeditar los enfrentamientos y estimular la desconfianza, cuando se ha avanzando tanto en tender puentes que garanticen la convivencia pacífica.

La minga sabe que su paso por Cali genera tensión, porque ha estado vinculada a momentos de mucha confrontación en la ciudad, y tiene que recuperar la confianza, demostrando que su presencia no es un factor generador de disturbios. En ese sentido, es necesario establecer compromisos para que la presencia temporal del movimiento indígena en la capital del Valle, el 8 y el 9 de diciembre próximos, sea armónico, tanto por parte de los miembros de las comunidades autóctonas como de los caleños que han manifestado molestia ante su presencia en la ciudad.

Esta situación representa un gran reto para todos; minga, autoridades y habitantes de Cali en general. Por eso, vale la pena que los líderes de la movilización evalúen la conveniencia de hacer ciertas cosas en momentos en los que Cali no ha superado plenamente los efectos de lo vivido durante el paro. Las autoridades locales, igualmente, deben adoptar medidas preventivas para evitar cualquier alteración del orden público, mientras que los caleños que tienen prevenciones deben hacer un esfuerzo por evitar choques con los manifestantes.

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