Luis Ángel Muñoz Zúñiga

Jamás capital de muerte

Luis Ángel Muñoz Zúñiga

Cali era la sucursal del cielo. Pero el lunes 3 de mayo, la salsa fue relevaba por la danza de la muerte. Pasó a ser la sucursal de la muerte. La música fue silenciada por los balazos y las sirenas. Las risas que la distinguían como la ciudad más alegre de Colombia, se convirtieron en muecas de terror, dolor y muerte.

En 1971, los estudiantes protestaron contra una reforma educativa, hubo confrontaciones, pero la reacción estatal no sobrepasó la dimensión del conflicto. Medio siglo después, las protestas contra otras reformas, nefastas para todos, no merecen artillería de guerra, sino buscar salidas mediante el diálogo y el acuerdo. Así se evitará que los niños confundan a los agentes del orden con los monstruos de las películas de terror.

Que caiga una abuelita que va a la tienda por un pan para su nieto. Que caiga un músico sobre su violín y manche sus partituras. Que caiga una muchacha abrazando a su novio agonizante. O que caiga una madre que de rodillas trata de reanimar a su hijo.

El Estado no puede olvidar el contrato social de sus raíces liberales, ni transmutar en una máquina represora. Colombia jamás puede emular la España de Franco, la República Dominicana de Trujillo, el Chile de Pinochet, ni la Argentina de Videla.

Que el capítulo 15 de “Cien años de soledad”, sea una última página de la realidad narrada por Gabriel García Márquez. “Los sobrevivientes en vez de tirarse al suelo, trataron de volver a la plazoleta, y el pánico dio entonces un coletazo de dragón”.

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