Es cierto que las encuestas no predicen los resultados, pero ello no puede ser la excusa para equivocarse con más frecuencia de lo normal.
Ninguna encuesta puede ser el reflejo de la realidad futura o inminente; pero al ser parte de la estadística y estar ligadas a las matemáticas, las encuestas se apoyan en métodos de las ciencias sociales, hacen parte de los estudios del comportamiento(behaivord sciences), pero son una ciencia inexacta, se ubican en el plano de la observación controlada (es más rápida que la observación in situ); y dependiendo del método aplicado a las encuestas, este se puede asemejar a la investigación documental; son un soporte de la ciencia política para conocer el despliegue de los partidos políticos que dinamizan la democracia o la entorpecen y bloquean muchas veces a los movimientos sociales.
Las encuestas están enmarcadas en la llamada demoscopia, técnica que trata de medir las opiniones y comportamientos humanos, mediante sondeos de opinión.
Pero es preocupante que lleguen a equivocarse garrafalmente, afectando la opinión pública, desorientando a los electores, manipulando el escenario democrático o favoreciendo a determinado candidato, por pactos subrepticios con favores venideros.
Como lo exponen los investigadores Vallejo y Haime, “Si bien no podemos hacer que las encuestadoras no se equivoquen sin querer ni a propósito, podemos calcular cómo se equivocan y poder leer entre líneas sus reportes”.
Marco Suárez Medina, ciudadano colombo/sueco, residente en Estocolmo plantea el interrogante, ¿por qué los resultados de varias encuestas, hechas casi coetáneamente, resultan tan diferentes, con pocas aproximaciones si se supone que las muestras de racimo u otras están bien seleccionadas, deberían parecerse más las cifras por ser de la misma semana de recolección?
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