Se ve caminar despacio, arrastra un poco los pies. Bien abrigado, observa fijamente con sus dos bolonchos negros todo a su alrededor, por encima de su tapabocas.
Fuma suave, con un placer que genera envidia. Habla de Lucy, su madre, con una emoción y afecto que puede palparse. Enseña cada una de las obras, examina algunas, muestra ciertos libros de la obra de ella y de Hernando, y explica la historia de cómo se hicieron esos ejemplares de edición impecable.
Vive apaciblemente frente al gato del río (conocido como el gato de Tejada), y desde su balcón lo saluda diariamente como a un fiel amigo. Se quejaba por falta de hacerle un baño al gato, decía. Ya se hizo, y sonríe.
Alejandro Valencia, el hijo de Lucy Tejada y Antonio Valencia, pintor también, no podía menos que salir artista y logró crear unos caballitos en bronce a los que se les nota el brío, el amor con el que los esculpe, y que ofrece a quienes le visitamos.
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