Cali, enero 17 de 2025. Actualizado: jueves, enero 16, 2025 22:00

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Una mirada desde Phoenix a la novela reeditada de Gardeazábal

El Gamonal es una novela de amor

Griseldo Carballido-Montoya

Probablemente ni Gardeazábal en su vanidad hirsuta se haya dado cuenta de la maestría de su novela El Último Gamonal.

El atorrante texto narrativo sobre el gamonal sobrepasa el mito pueblerino del tamaño de su masculinidad porque a resultas el libro termina siendo una simbiosis de teatro y novela.

Pero, al mismo tiempo, es una serendipia que el novelista colombiano no reconoce porque ese mismo cuerpo narrativo es tragedia y es comedia.

Porque rebosa de humor y de crueldad pero es una historia de amor.

De amor entre varones sin miedo, entre asesinos.

Y me atrevo a pensar que Gardeazábal no lo hace porque durante las 202 páginas de su historia el personaje de don Leonardo se traga al narrador.

Y quien posa de serlo, que bien puede ser una imbricación del propio autor, ni es omnisciente ni es actor en el tejemaneje.

El Último Gamonal es una señora novela que fue subsumida por la grandiosidad de Cóndores no entierran todos los días.

Empero , leída 36 años después de haber sido editada por primera vez, deja traslucir el esquema antagónico sobre el cual fue erigida y pergeñar la calidad y finura de los adobes de torre de Babel con que se adorna

En ella se entremezclan la más profunda sicología con la simplista habilidad del campesino colonizador.

Al gamonal de Gardeazábal nadie lo vio orinar en público, pero se encerraba en su baño, que más que un wáter era un inodoro entronizado en la habitación de un pashá turco, hijo de campesinos antioqueños.

El minimalismo de su miembro viril resalta frente a la mayúscula sangre fría conque decide la muerte de sus enemigos.

Tanto y de tal manera que si Truman Capote hubiese leído esta singular novela se habría masturbado encima de sus páginas.

El macho-macho de las novelas mexicanas se convierte en un marica redomado en la obra de Gardeazábal.

La ausencia total de ternura en el marco genial de una novela de amor , o de amores, no tiene nada que envidiarle a la dulzura pacata de la consagrada María de Jorge Isaacs.

Don Leonardo vive y sobrevive por los hombres que ha amado y manda asesinar para vengarse eternamente de quienes se los han matado.

Como Moliere, esta novela diseña en las palabras de su propia trama el escenario teatral y lo pivotea con sus aspérrimos diálogos de tragedia griega y en ella, como en muchas de las obras escénicas del comediante francés, las mujeres son apenas un instrumento de vida.

A sus amantes ,macho-machos como él, les tolera sus matrimonios con féminas.

A los que más quiere les busca él mismo su esposa para camuflar el evidente homosexualismo.

Sin embargo, ninguno de ellos es afeminado y aunque todos saben en Trujillo que al gamonal le gustan los hombres ,el terror de su poder sanguinario o económico o político lo transforma en anti-héroe.

Quizás allí resida el halo de eternidad que tiene esta novela que a casi 40 años de haber sido publicada primigeniamente en Plaza y Janés se lee con la frescura del texto de ayer o con el mismo tono vívido y vibrante del magistral óleo del malvado vestido de negro y con sombrero sobre un fondo verde que le sirve de carátula inmortal a la edición de Intermedio.

Phoenix, diciembre 2024.

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