Se nos está olvidando hablar por el celular que reemplazó al teléfono. El contagio de comunicarnos por medio de mensajes escritos a través del wasap, está matando el intercambio verbal. Salvo cuando queremos hacer videollamadas, preferimos la palabra escrita que la pronunciada.
El mundo ha cambiado vertiginosamente. Hace 36 años, cuando fui alcalde primigenio en Tuluá, tuve la inmensa satisfacción de hacer la llamada telefónica inicial por la planta digital japonesa de 10 mil líneas que acabábamos de inaugurar.
Hoy en día Teletuluá ya no existe y las líneas telefónicas de ETB en Bogotá o de Emcali en la capital del Valle, son apenas reliquias vivientes que se sostienen absurdamente dejando pérdidas económicas. Se las comió la modernidad y no se montaron en la carroza veloz de los algoritmos y las redes. Hoy todo colombiano tiene su celular y en la medida en que aumenten el cubrimiento de la señal, lo usarán hasta en las perdidas selvas de la amazonía.
No conozco estadísticas pero seguramente los acuciosos de Raddar deben estar haciendo encuestas para saber cuantos compatriotas de cada 10 todavía usamos la comunicación verbal por encima de la escrita.
Con el paso de los días, es decir pasado mañana ,la falta de intercomunicación por voz nos puede llevar a un grado de mudez peligroso aunque, hay que decirlo, el que ya casi no hablemos nos aleja de la violencia, que casi siempre comienza por un alegato y termina siendo un acto de venganza.
Repetir la manida disculpa “-es que me insultó-” ya no podrá ser válida. Escribir un insulto no sabe a lo mismo que gritarlo. Contestar con ira por mensaje escrito de wasap no provoca tanta furia como vociferarlo. Miren otra vez el discurso de Petro el día que llenó la plaza y ausente de toda magnanimidad despilfarró el momento cumbre por vengarse verbalmente de quienes le atajan sus reformas. Prefirió palabrear agresivamente que ordenar el cierre del Congreso.
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