Cali, mayo 31 de 2023. Actualizado: miércoles, mayo 31, 2023 22:32
La verdadera razón de este ejercicio es lograr un pronunciamiento ciudadano contundente.
Al analizar las posiciones a favor y en contra de la consulta anticorrupción, se puede concluir que el valor de este ejercicio democrático únicamente lo puede definir la participación ciudadana.
Así como los promotores de la iniciativa tienen razón al señalar que el Congreso de la República y la clase política han sido inferiores al reto de autorreformarse, también la tienen los críticos de la misma cuando cuestionan que algunos de los puntos de la consulta repiten normas ya existentes.
En ese sentido, la naturaleza de la consulta es buena, pero más allá de los apasionamientos hay que revisar esas advertencias, sin satanizar a quienes las hacen, porque sería un error incurrir en los costos y el desgaste que el proceso implica, para simplemente preguntar por la adopción de disposiciones que ya existen.
Esto representa un dilema, pues así sea costosa y repetitiva, si la consulta logra la aprobación, para lo cual son necesarios doce millones de votos, sería un pronunciamiento muy valioso y un mensaje contundente a la clase política.
Por esta misma razón, la consulta tiene un gran riesgo, pues si el marcado abstencionismo del país se impone, se terminaría enviando un mensaje totalmente opuesto al que se busca, pues se entendería que la corrupción, pese al gran daño que ocasiona, es un tema indiferente para la gran mayoría de los colombianos.
El referendo de 2003, liderado por el gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe, que superaba el 70% de popularidad, hacía planteamientos similares a los de la consulta anticorrupción, pero no tuvo la votación necesaria y se hundió; sería muy grave convocar de nuevo a la ciudadanía y que ocurra lo mismo.
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