La reforma pensional promovida por el gobierno del presidente Gustavo Petro y aprobada por el Congreso de la República ha generado gran entusiasmo en diversos sectores.

Sin embargo, antes de dejarse llevar por el júbilo, es fundamental analizar detenidamente las implicaciones a largo plazo de lo aprobado y evaluar su impacto real en la sostenibilidad económica del país y en la estabilidad de las pensiones futuras.

Los números no mienten. Los expertos actuariales, con sus modelos precisos, pueden predecir con cierta exactitud el destino de las pensiones en las próximas tres décadas.

Los análisis preliminares indican que el nuevo sistema no es sostenible. Se proyecta que aumentará el déficit pensional, y en treinta años no habrá suficientes recursos para pagar las pensiones.

Esta situación no solo afectará a los futuros pensionados, sino que también disminuirá la capacidad de ahorro e inversión del país, frenando el crecimiento económico.

Aunque la reforma suena atractiva y probablemente ganará votos en las próximas elecciones de 2026, su legado a largo plazo es sombrío. Los líderes que hoy la firman no estarán presentes en treinta años para enfrentar las consecuencias de sus decisiones y serán aquellos que ahora celebran quienes deberán resolver el problema cuando los fondos se agoten y el sistema colapse.

En lugar de solucionar el problema estructural del sistema pensional, solo se maquilló con subsidios, agravando la crisis existente. Este remedio es peor que la enfermedad, porque debilita las bases del ahorro y la inversión, fundamentales para una economía saludable

Por ello, es crucial que las reformas sean sostenibles y no solo populares. La responsabilidad de los líderes es garantizar la estabilidad económica y social para las generaciones futuras.

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