Diario Occidente

¿Villa Pistola?

Víctor Manuel García

La Villa de Céspedes es sin lugar a dudas una de las ciudades más importantes del suroccidente colombiano y es el segundo epicentro social, político y económico más relevante del Valle del Cauca, de acuerdo al estudio de esquemas asociativos de entidades territoriales del Departamento Nacional de Planeación.

Sin embargo, parece que los tulueños no hemos dimensionado tal situación y aún desde el colectivo ciudadano y desde las distintas administraciones municipales, no somos conscientes de ello.

Está situación nos lleva a percibir que el desarrollo de esta importante ciudad, se adelanta con un carácter parroquial y pueblerino que parece estar atado a procesos de administración pública que datan del siglo pasado.

En definitiva, cuesta encontrar en las últimas administraciones locales propuestas de fondo que impacten estructuralmente el desarrollo y la composición social y económica del “corazón del Valle”, que por cierto, no puede, ni debe entenderse como un poblado solitario sino como el eje de un entramado económico y social compuesto por más de 13 municipios centro-norte vallecaucanos.

Nadie duda sobre la importancia de generar cierta cantidad de pavimentos en las diferentes comunas de la ciudad, de la construcción de puentes sobre el río tutelar, de la reubicación de la terminal de transportes, entre algunas otras obras desarrolladas por dos de las últimas gobernanzas municipales.

Sin embargo, hay que decirlo, estas obras en la mayoría de los casos parecen estar pensadas para el desarrollo puntual de la ciudad actual, no para equiparar a la ciudad pensando en una integración regional con planificación de territorio futura.

Tampoco se evidencia en la ciudad una verdadera articulación con esfuerzos sostenibles en el tiempo, entre la empresa privada, la academia, el sector público y ONG´s y fundaciones de renombre nacional, que permitan desarrollar acciones económicas y sociales que perduren y tengan vigencia temporal y que a su vez puedan generar impactos estructurales que vayan más allá del alcalde de turno.

También ha brillado por su ausencia durante los últimos años, acciones integrales que vayan más allá de la intervención policial, algo supremamente necesario si la ciudad quiere salir de ese círculo violento que la ha azotado por más de cinco décadas.

Es necesario entender la situación barrial y comunitaria y buscar la forma de trabajar mancomunadamente con los habitantes de los sectores más afectados por la violencia en la ciudad, pero saliéndose de la “zona de confort” y manejándolo de la mano con verdaderos expertos en la materia que hayan demostrado resultados en otras latitudes.

Es momento que en Tuluá se dejen de “mirar el ombligo” y los tulueños empecemos a ver que hay horizontes que si se desarrollan con visión de futuro se pueden traducir en oportunidades para el municipio y todos sus habitantes propios y circunvecinos.

Es prioritario atraer inversión nacional y extranjera a la ciudad, una atracción sistémica que se genere a partir del proceso de desarrollo consciente de vender una mejor imagen de la ciudad, primero para desestigmatizarla y segundo para evidenciar las claras ventajas comparativas de su territorio, las cuales deben ser convertidas por sus dirigentes en competitivas.

Ó ¿Cuantas empresas de renombre nacional han llegado a la ciudad en los últimos 20 años?
La ciudad claramente necesita un giro de 180° y tiene el potencial para hacerlo, es un “diamante en bruto”, pero se debe tomar la decisión de “pulirlo” y para ello el primer paso es dejar a un lado las históricas, desgastantes e inocuas rencillas entre sus “dirigentes”, qué, en muchas ocasiones privilegian el interés personal sobre el colectivo, con el agravante de una miopía administrativa que sólo permite ver lo que está frente a ellos, pero no deja vislumbrar el horizonte de oportunidades para una ciudad con sus características.

Si los tulueños y centro vallecaucanos toman la decisión de dar un paso hacia adelante, apostando realmente por un mejor futuro, sin duda, se generarán incentivos que disuadan a través de las oportunidades económicas y de la sanción social y por supuesto legal, para que las nuevas generaciones disminuyan su interés por el delito que ha llevado incluso a tener carteles delincuenciales tan inverosímiles y macondianos como el del cilantro, la cebolla, la papa y hasta el huevo.

Debemos tener claro que la inseguridad se combate con autoridad, pero también con la generación de oportunidades y acciones articuladas entre todas las fuerzas vivas de la ciudad, sólo así Tuluá podrá ser llamada como la Villa de Céspedes, como el verdadero “Corazón del Valle” y dejar de ser apodada desde tiempos de los abuelos como “Villa Pistola”.

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