Luis Ángel Muñoz Zúñiga

Orgullo simoniano

Luis Ángel Muñoz Zúñiga

Las instituciones siempre serán perennes, aunque al pasar los años sean otras las personas vinculadas a ellas o cambien los nombres que las identifiquen debido a disposiciones administrativas del Estado.

Por eso, confieso mi orgullo simoniano y mi sentir libraduno, complementarios y recíprocos.

En varias oportunidades he escrito sobre mi sentir libraduno, en gratitud de que hasta hace tres años ejercí por dos décadas la docencia en la bicentenaria Santa Librada.

Y la semana pasada, cuando la Institución Educativa Técnica para el Comercio “Simón Rodríguez”, celebró sus setenta años, también sentí orgullo simoniano.

No lo vayan a tomar como infidelidad con alguna de las dos instituciones educativas que me acogieron un día.

Son afectos particulares en diferentes épocas de mi historia personal.

En las celebraciones bicentenarias de Santa Librada seguí sintiéndome libraduno porque allí realicé parte de mi historia pedagógica.

En la septuagésima efeméride de la institución educativa técnica para el comercio, mi orgullo simoniano fue similar al expresado por los directivos, sus estudiantes, los profesores y sus egresados, porque tengo varias razones: Isabel Cristina Reyes, su actual Rectora, antes fue docente en Santa Librada; en el “Simón Rodríguez” estudian mis nietos Mariana y Daniel; Vicente Garcés y Julio Cesar Cruz, dos de mis amigos, allí laboran; José Aníbal Morales, mi amigo y ex coordinador libraduno, ahora Rector de otra institución, es un ilustre egresado simoniano (1974); Neyl Grizales Arana, mi ex condiscípulo normalista (1968-1974) y amigo eterno, fue el Rector que otrora impulsó el progreso y logró que en la década del noventa la semilla simoniana madurara para el siglo XXI como INTENALCO Carreras Universitarias.

Otra razón trascendental es que hace tres décadas debuté allí como catedrático de Derecho Constitucional.

Desde luego, más que meros beneficios personales, mi orgullo simoniano es por haber pertenecido a la institución educativa que ahora cumple setenta años coadyuvando al desarrollo empresarial de la región vallecaucana.

Siempre daré testimonio que sí hace el honor de llevar el nombre ilustre del maestro Simón Rodríguez.

Su misión educativa es idéntica a la obra del maestro “Robinsón” en la personalidad de Simón Bolívar: prepara ciudadanos emprendedores y pioneros de la libertad. Siendo yo muy optimista, rogaré que Dios me deje vivir hasta que la Institución Educativa Técnica para el Comercio “Simón Rodríguez” se apreste a celebrar su centenario.

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