Nacionalismo inútil

Gustavo Orozco

Recurrir a la emoción e ignorar la razón, en sacrificio del pragmatismo y la evidencia, es una salida fácil para cualquier problema. El regionalismo y el nacionalismo, usados como herramienta de argumentación, terminan haciendo precisamente eso. Eso comparten los ataques contra Frank Pearl y contra la anunciada llegada de militares estadounidenses a Colombia.

La cooperación en seguridad y defensa con Estados Unidos es histórica y, además, efectiva. No es un tema económico: los americanos no nos han entregado mamuts para financiar la guerra, pero el ejercicio de combate requiere de doctrina, estrategia y método. Es ahí, precisamente, donde la cooperación gringa ha surtido mayores frutos.

Desde 1998, la cúpula del Ejército fue reemplazada con tres generales entrenados en EE. UU. con una actitud más agresiva de combate. Después, con el inicio del Plan Colombia y su transformación hacia un enfoque contrainsurgente en el 2001, las fuerzas militares siguieron robusteciéndose, no solo con mayor inversión de nuestros gobiernos si no con la transformación de su doctrina y sus estrategias de combate. El Ejército se convirtió gradualmente en una fuerza más móvil y profesional, asumió la necesidad de especializarse, de controlar el territorio y de salir de las barracas a combatir.

El incremento del gasto en seguridad y defensa, apoyado por la asistencia técnica y doctrinaria de los estadounidenses, le permitió al país multiplicar por más de doce sus helicópteros de transporte y por dos los de combate en diez años, aumentar en tres veces el número de soldados profesionales en quince años, tener presencia estatal en todos los municipios del territorio nacional, y contar con la capacidad por primera vez en la historia de dar de baja a comandantes guerrilleros. En el 2007, con el Negro Acacio y Martín Caballero, la cúpula fariana comienza a ser blanco real. Después caerían, entre otros, Raúl Reyes (2008) y el Mono Jojoy (2010) con asistencia técnica y bombas inteligentes de los gobiernos de Bush y de Obama.

Así que es increíble que se nos llene la boca hablando de soberanía por la llegada de cincuenta (¡cincuenta!) soldados. La mano (oculta o no) de los gringos siempre ha estado en nuestro conflicto por donde se mire. Para hablar de soberanía deberíamos empezar por nuestra propia incapacidad de ejercerla donde nos corresponde. Ni siquiera hemos podido controlar nuestras fronteras y nuestro Estado sigue sin imponer la ley y sin propiciar el desarrollo en miles de rincones del país.

Dirán que la diferencia, en este caso, es que son extranjeros y que llegarán a hacer de las suyas en la irracional lucha contra las drogas. Pero ¿qué tanta diferencia hará?, ¿qué van a insistir en pelear una guerra perdida?, ¿qué les gusta la erradicación y aun más la fumigación? Pues sí, pero todo eso ya es parte de lo que quiere y cree este gobierno (y una buena parte de los colombianos). Con gringos o sin ellos, eso es así y así seguirá. En lo que deberíamos enfocarnos, entonces, es en decirle a este gobierno que su discurso contra las drogas no es más que discurso. Pueden venir gringos, chinos o extraterrestres, pero el pulso contra el crimen y el terrorismo en nuestro país no pasa por unas matas de unos cuantos pesos.

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