Mediciones y comparaciones odiosas

Rodrigo F. Chois

El título de esta nota podría sugerir una referencia humorística a los egos masculinos. Aunque tal interpretación tendría validez, la intensión de este comentario es contraria a ser jocosa.

La medición es una actividad crucial para quienes gestionan recursos y lideran causas humanas.

Las mediciones constantes permiten evaluar el rendimiento y determinar si se están alcanzando los objetivos y las metas que nos hemos propuesto.

Facilitan la toma de decisiones fundamentadas en evidencia en lugar de depender de la intuición.

Nos permiten supervisar la utilización eficiente de recursos y ajustar estrategias según sea necesario. Además, las mediciones posibilitan adaptarse al cambio, responder oportunamente a circunstancias imprevistas y establecer marcos para la rendición de cuentas y reconocimientos al buen desempeño.

Sin embargo, no todas las mediciones son iguales. Algunas son económicas, como las razones financieras de una empresa; otras triviales como la cantidad de “me gusta” en una foto recién publicada en redes sociales, mientras que algunas son macabras, como el “muertómetro”, un índice creado hace años y que lleva la cuenta de los asesinatos acumulados en Cali durante el año.

No cabe duda de que un indicador como este último denota una insensibilidad abismal; sin embargo, cumple a cabalidad con los propósitos de la medición.

Hoy, a mi pesar, debo reconocer la existencia en Colombia de un indicador mucho más macabro que el “muertómetro”, el “masacrómetro”, que cuenta del número de masacres ocurridas en el año.

¡Noventa a la fecha de escribir esta nota!
Sé que las comparaciones son odiosas, pero… ¿Qué podemos decir al comparar esta estadística con el hecho de que en El Salvador hayan cumplido 500 días sin homicidios?

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