Cada semana pasan cosas que nos muestran la realidad de nuestro país, una realidad que nos negamos a reconocer y que nos hacen actuar como si no fuéramos subdesarrollados.
El corte de gas que afectó a cerca de 2 millones de usuarios en todo el suroccidente colombiano confirmó nuevamente que Colombia no tiene planes de contingencia para sus servicios más esenciales. En este caso, afortunadamente en manos de una empresa privada, con capacidad para actuar ágilmente, la emergencia solo duró 8 días.
No se dice lo mismo frente a carreteras taponadas ni a puentes caídos, cuya solución le toma meses a nuestro paquidérmico y corrupto Estado. Aun así queremos “estatizar” la salud. No quiero ni pensar cómo van a funcionar las cosas cuando todo vuelva a ser controlado por funcionarios públicos.
Hace 30 años, antes de las EPS, los hospitales daban lástima y la cobertura vergüenza. No entiendo cómo queremos volver a lo mismo. Esta semana también salieron los resultados del índice de Gini que mide la pobreza.
Curioso que uno de los factores que más incide es la educación. Recordemos que el 81% de los estudiantes van a colegios públicos y son a los que peor les va en las pruebas Saber.
Otra razón para desconfiar en que volver todo público es la solución a nuestros problemas como nos lo vende la reforma a la salud que avanza en el Congreso. Lo complicado del asunto es que también le estamos vendiendo a la gente la idea de que todo además debe ser gratis.
Colombia es un país pobre, con una economía pequeña en la que pocos aportan, con una informalidad enorme pero pensando que es Suecia.
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