Daniela tiene 26 años, es publicista, vive en Cali y teletrabaja para un medio de comunicación en Bogotá.
Hace aproximadamente 6 meses está sufriendo los fuertes dolores que causa un pinzamiento de cadera, es decir, el hueso del fémur (el que encaja en la cadera) es más grande que el lugar en el que encaja en la cadera (valga la redundancia), y esto produce un rozamiento entre los huesos, que causa un fuerte dolor que aparece sin avisar cuando se le da la gana.
Dani es mi compañera de vida, con quien comparto proyectos, triunfos, alegrías y tristezas, desde hace más de 4 años y al escribir no puedo dejar de manifestar una profunda admiración por su resiliencia y capacidad de continuar con su vida a pesar del inmenso dolor que le ha causado esta malformación en sus huesos.
Tras 6 meses de mucho dolor, visitas a varios especialistas, exámenes y algunas infructuosas sesiones de terapia logró dar con la causa de su dolor, un ortopedista, especializado en cadera la diagnosticó e inmediatamente le programó la cirugía.
Creo que durante este año, ese fue uno de sus días más felices, ya que a este dolor no le importa hora, lugar o posición, simplemente aparece.
Dos particularidades acompañan el caso de Daniela, la primera, este es un problema de nacimiento, pero que generalmente se manifiesta en personas adultas mayores y no en jóvenes; y la segunda, dentro de las radiografía el doctor encontró que tenía la cadera bastantemente afectada, por lo cual una operación que generalmente dura 2 horas estaba planificada para 5 horas.
A pesar de las dificultades y del riesgo, ella estaba feliz de ver una luz al final del túnel de este insoportable dolor.
La cirugía fue programada en una de las mejores clínicas de ciudad, la Clínica Imbanaco, como Dani paga servicio de medicina prepagada desde hace muchos años y estaba en manos de uno de los mejores ortopedistas de cadera del país, solo esperábamos el día de la cirugía para dejar atrás ese insoportable dolor.
Y así fue, ingresó al quirófano alrededor de la 10:20 a.m., por lo cual me quedé en sala de espera, esperando a que alrededor de las 3:00 p.m. me informaran que todo había salido bien.
Sin embargo, pasada la 1:00 p.m., me llamó el cirujano directamente a mi celular, porque me habían llamado por altavoz y yo no escuche.
El miedo que tuve al escuchar al doctor fue inexplicable, dos horas antes de lo programado, pensé que había habido alguna complicación y me llamaban para tomar alguna decisión difícil. Pero no fue así, la frase exacta del médico fue: “mijo me fue del putas, hice todo que quería hacer sin ninguna complicación y en menos tiempo del planeado”.
Con esa frase me regreso el aliento al cuerpo. Continuó el cirujano: “ahora debes esperar una hora para verla y otras tres horas en recuperación para que la suban a un cuarto”.
Tras escuchar esto pensé, lo más difícil ya pasó, ahora un poco más de paciencia para verla y que le asignen cuarto para que pueda descansar del procedimiento.
Efectivamente, tras la hora de espera pude ingresar a la sala de recuperación en el piso 3 de las nuevas instalaciones de Imbanaco y saludarla. Se encontraba entre dormida y despierta, pero se sentía bien y optimista de que lo peor de todo este proceso había terminado.
Tras el saludo y verificar como estaba, me retiraron nuevamente a sala de espera y no fue sino hasta las 5:40 p.m. que pude volver a ingresar.
Para esta hora ya debían de asignarle cuarto, pero en la recepción decían que ellos no majeaban el tema y en la sala de recuperación que había que esperar.
Pasó el tiempo y nada que asignaban cuarto, Dani pidió comida y tras un jugo, pasaron más de dos horas para que le dieran comida y eso gracias a que insistí bastante en reingresar a sala de recuperación para darle la comida.
Cuando reingresé sintió ganas de vomitar, pero no había personal que la atendiera, me tocó buscar un recipiente en el cual pudiera vomitar, alzar la cama en la que estaba y ayudarla con el vómito.
Tras cenar, quedó con sed, pedimos agua que nunca llegó y tuve que salir a comprarle una botella con agua. Llegó la noche y cambie de turno de acompañamiento con la mamá de Dani, pues yo trabajaba al otro día temprano y debía ir a nuestra casa a darle vuelta a la manada (Lilo, Arya y Sara).
Tras llegar a nuestro apartamento, alrededor de las 10:00 p.m., la clínica aun no le asignaba cuarto, y se le inflamó la pierna por la posición e incomodidad de la camilla en la que estaba.
Además, dado que estaba anestesiada debía orinar en un pañal para comprobar que la vejiga había despertado y así lo hizo.
Sin embargo, tras orinarse en el pañal tuvieron que pasar casi tres horas para que alguna enfermera trajera un pañal nuevo y que finalmente su mamá la cambiara porque al personal de recuperación parecía poco importarle que uno de los riesgos de Dani era que la herida de la cirugía se le infectara.
Como consecuencia de este mal servicio Dani publicó en su redes una foto de como la tenían acompañada de un copy donde manifestaba la tristeza de que un día que debía ser muy feliz para ella, se estaba convirtiendo en un infierno.
Tras la publicación, varios funcionarios decían en voz baja que había que conseguirle cuarto porque había puesto la situación en redes y estaba siendo compartida por otros usuarios de Instagram y Facebook.
Por mi parte, escribí un tweet a la Secretaría de Salud y gracias al poder de las redes, a la media noche Dani fue transferida a cuarto.
Según cuenta ella, la atención en el cuarto cambio de menos 10 a más 10, el personal era amable y muy diligente. Y su madre pudo acompañarla con mayor comodidad. Es triste que en Colombia el servicio de salud sea una lotería, porque a pesar de estar en una de las mejoras clínica de la ciudad con unos de los mejores servicios de salud, aún así las cosas se pueden complicar.
El llamado es a la Clínica Imbanaco, no se entiende como la atención y el servicio puede ser tan diferente de un piso a otro.
Al personal que atendió la cirugía solo queda darles las gracias por tan impecable trabajo y ojalá este escrito sirva para que la clínica mejore en la sala de recuperación de cirugía y garanticen un servicio digno para todo aquel que se someta a algún procedimiento.
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