Frenar la matanza: ¿para cúando?

Gustavo Orozco

Alertar sobre lo que sigue para Cali no es para infundir miedo. Varios venimos expresando preocupación porque la pandemia borró dolencias serias de Cali que rebrotarán con el descuido, entre ellas la violencia.

Cali es la ciudad donde más gente matan en toda Colombia. Nuestra violencia no es imaginaria y, como cualquier dolencia, su cura requiere de disciplina. Esta Administración, sin embargo, no parece tener a la seguridad dentro de sus prioridades. Es evidente cuando la comunicación del secretario de Seguridad se concentra en alardear sobre su gestión del COVID-19. También es evidente al saber que se han dejado a un lado esfuerzos que venían entregando resultados.

La vida de los caleños no es un chiste. Una administración con la seguridad dentro de sus ejes fundamentales revisaría qué se ha hecho desde 2014, cuando la tendencia de muertes violentas se ha mantenido a la baja. Como paso primordial, el alcalde debe liderar la gestión de la seguridad y las acciones de la Policía. No hacer los consejos de seguridad recurrentemente, para hacer seguimiento a sus resultados y asignar prioridades, es un error craso, por ejemplo.

Cali, necesita un esfuerzo monstruoso por armonizar el brazo coercitivo con la oferta social, sobretodo porque erradicar la violencia es un proceso que empieza en la cuna y no en la cárcel. Nuestra violencia no se puede explicar exclusivamente a partir de fenómenos regionales que nos usan de cancha para saldar cuentas. La ciudad es terreno fértil para reclutar jóvenes que, en medio de la pobreza, la inequidad y la disfuncionalidad familiar ven en el crimen una salida. No es gratuito que una buena parte de los homicidios se deban a riñas: no solo nos hemos inmunizado frente a la muerte, sino que la hemos normalizado como un mecanismo de solución de conflictos.

La ciudad nunca ha tenido una política definida para preservar la vida. Hacerlo es una oportunidad. El alcalde debe reconocer que necesita corregir el rumbo. El panorama es oscuro si seguimos el mismo camino de su primera administración. Durante esos años, los homicidios crecieron continuamente. Tan solo pasado su primer año, aumentaron 22%.

Cali ha mejorado. Los homicidios hoy son la mitad de lo que fueron a mediados de los 90. Reconocer ese éxito es igual de importante para decir que no es hora de quedarnos dormidos.

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