Leonardo Medina Patiño

El fin del océano Pacífico

Leonardo Medina Patiño

El escritor Tomás González, lo he dicho con insistencia en este espacio de opinión, es nuestro Rulfo. Un hombre silencioso, que trabaja con el alfabeto de manera imperceptible, pero se deja ver, de vez en vez, con alguna de sus novelas.

Lo he seguido con cuidado desde la Luz Difícil, Niebla al mediodía, Temporal, Las noches todas, y un excepcional libro de cuentos con un título cautivador El lejano amor de los extraños.

No he ahondado en su obra poética, pero hay que reconocer que es una voz respetable, también en ese género. Tampoco he leído su obra primigenia, pero ya tengo su tono narrativo y sus obsesiones que deja al lector en cada publicación.

Venía leyéndole con entusiasmo desde “la luz difícil”, donde hay una historia que desgarra, alrededor de la eutanasia. Luego, en las novelas ya mencionadas hay un manejo de la atmósfera y los personajes (algunos con sus acentos, dichos populares, que pareciera escucharlos), de forma redonda, como un grabado.

En esa pesquisa de mi escritor, caí en su reciente novela que titula esta columna, y me ha costado sobremanera concluirla.

No hallo al Tomás que tanto he elogiado.

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