Diario Occidente

Despolarización: un paso hacia adelante

Víctor Manuel García

Es notoria la gran polarización política que enfrentamos en nuestro país desde hace casi una década, y que en los últimos cinco años ha mostrado una exacerbación que no se había vivido en Colombia por lo menos en dos generaciones.

Para cualquier sociedad es completamente contraproducente en su desarrollo social y económico, que los ambientes políticos (en todo nivel) se mantengan en niveles tan caldeados, ya que con ambientes enrarecidos y dominados por las pasiones y emociones, es difícil que se lleven a cabo acciones o reformas de gran calado estructural que apelen a la razón sin que estas sufran de altos índices de desconfianza.

Es más, tal como lo experimentamos actualmente en nuestro país, incluso las instituciones que imparten justicia o hacen procesos de control e investigación como la Contraloría, Procuraduría o Fiscalía, así como las diferentes Cortes, se ven altamente afectadas por la polarización ya que se tiene la tentación de instrumentalizar su “poder” en el marco de la pseudo-discusión política.

Para nadie es un secreto que en Colombia desde el 2006, año de la reelección del expresidente Uribe, el ya de por sí frágil equilibrio de poderes de nuestro país, inició un proceso de desgaste y erosión especialmente en lo que se refiere al Congreso de la República, cuyo ejercicio de control político se ha visto en entredicho entre otras cosas por dos razones principales:

1. La ausencia a causa de la polarización de debates de control político al ejecutivo contundentes y sólidos en argumentación, presentando una alineación de las bancadas partidistas en mayoría alrededor del gobierno de turno, simplemente por el hecho de no “dejar ganar” terreno político a sectores de oposición.

2. La existencia de intereses individuales de las empresas electorales con representación en el legislativo, cuyo objetivo principal es su permanencia en Cámara y Senado, la cual se ve reforzada por la llamada “mermelada” repartida por el gobierno de turno y que ha fluido a borbotones durante el mandato de los últimos tres presidentes de la República, sin excepción.

De igual forma, la sociedad en general se ha visto permeada en gran medida por esta situación, tanto así que los procesos electorales no se han caracterizado por tener “eco” por sus propuestas claras y concisas, sino por su apelación a las emociones.

Hemos llegado a tal punto que en las últimas contiendas electorales como la del 2016, se llegó a ver en las calles de las diferentes ciudades, vallas desinformativas que inducían al ciudadano a pensar que si votaba “sí” en el plebiscito, era votar afirmativamente para que Timochenko se convirtiera en presidente.

Otro ejemplo es la pérdida de vergüenza para realizar propuestas a todas luces inverosímiles durante la campaña presidencial, como la tristemente célebre de “menos impuestos, más salario”, una clara afrenta a la inteligencia del elector.

La polarización nos ha llevado a tal punto que nos hace dejar pasar por alto como ciudadanos procesos tan graves, que en un momento o país sin estas circunstancias, serían investigados a profundidad y jamás serían pasados por alto por el elector.

Algunos ejemplos de ello son la bolsa con billetes que recibió el actual candidato presidencial Gustavo Petro, episodio que si bien no se pudo demostrar su ilegalidad, tampoco es una escena “sana” para una democracia y por ende debería tener su castigo electoral.

Otro de estos ejemplos es la clara participación de dineros ilegales en la campaña presidencial, provenientes del narcotráfico como los del “ñeñe” o de empresas extranjeras como Odebretch, financiaciones explícitamente prohibidas por la ley en Colombia.

Para rematar, es tal el ambiente de polarización y de ceguera política en nuestro país, que una precandidata presidencial en su visita a la ciudad de Cali, recibió el polémico apoyo en evento público de un muy cuestionado individuo que disparó a civiles durante el “paro”, y en lugar de rechazarlo públicamente, lo justificó vía redes sociales. Una escena que mostró un claro desdén a la institucionalidad y que solo es posible en un ambiente enrarecido como el actual.

Por el bien de nuestro país y de nuestra muy frágil y golpeada democracia, en 2022 los ciudadanos “de a pie” tendremos la oportunidad de darle un “giro contundente” a la dinámica electoral de Colombia, ya que no solo en elecciones a Presidencia sino también al Congreso, tendremos la posibilidad de comenzar a “despolarizar” para dar pasos reales hacia adelante.

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