Mario Germán Fernández De Soto

¿Conspiracion o evolución?

Mario Germán Fernández De Soto

Mucho se ha argumentado sobre teorías conspirativas en torno a la vacuna contra el covid-19. De manera reiterada he escuchado la frase “no me la pongo”. En países como el Reino Unido comenzó el proceso de vacunación a partir de un medicamento de Pfizer y BioNTech y hasta ahora las únicas reacciones negativas se han dado en pocas personas quienes han padecido alteraciones antialérgicas. Cuatro de cada diez españoles creen que hay una conspiración detrás de las vacunas, por eso una encuesta dice que el 36,9% optaría por esperar un tiempo para su aplicación y un 13,1% definitivamente no lo haría, mientras que tan sólo el 24,1% se vacunaría lo antes posible.

Parece que el grado de desinformación ha incidido negativamente en la población, a tal punto que en los Estados Unidos los expresidentes han ofrecido vacunarse públicamente para promover los beneficios de su aplicación en donde sus autoridades sanitarias esperan que desde ahora y hasta el mes de febrero estén inoculadas 100 millones de personas.

Lo complicado para la mayoría de los países es que la ciudadanía no está plenamente convencida de las bondades de vacunarse. En el caso de nuestro país las primeras costarán $437.188 millones de pesos que corresponden a 10 millones de vacunas, las que serían aplicadas en el primer semestre del próximo año. Creo que ahora y después de ese emocionante logro de los científicos de diferentes países en el mundo, el punto es la fiabilidad; es decir, el grado de confianza en quienes teniendo los elementos modernos de la ciencia y a partir de un proceso evolutivo en el desarrollo de este tipo de fármacos han logrado un resultado de alta efectividad para el bienestar de la humanidad.

Por eso pienso que parte de los argumentos para hacer uso de la solución anticovid son, para comenzar, que la vacuna no cambia en nada el ADN de la célula humana, que la aprobada ha sido sometida a un riguroso proceso de seguridad pasando por severos exámenes antes de su aplicación; la vacuna no contiene un microchip que genere o altere la vida humana; no usa células fetales para su producción y contribuye a descongestionar los servicios de salud de las instituciones que deben atender diferentes patologías con limitados recursos para servicios de urgencia y de unidades de cuidados intensivos.

Al hacer un análisis muy simple no se trata sólo de evitar la mortalidad, sino, también, de tener la firme convicción de que se trata de un acto de responsabilidad social para proteger a nuestras familias y a la sociedad en general. Ponérsela o no es un acto de conciencia.

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