Sé que son las ocho de la noche, porque en los edificios vecinos, sale un grupo de ciudadanos al balcón a aplaudir y a hacerse sentir en la soledad de la calle, con cacerolas y vuvuzelas, en señal de solidaridad con los profesionales del sector salud. Siento que el cascar del río Cali se lleva esas ondas sonoras…
Sí, esos aplausos es para esos mismos profesionales que han sido discriminados en supermercados y condominios, y que deben enfrentar todo tipo de pacientes en las diferentes áreas que se desempeñan como terapeutas, psicólogos, bacteriólogos, patólogos, enfermeras, auxiliares, odontólogos, médicos, y cuya profesión está siendo vulgarizada al ser maltratados, no solo por algunos pacientes, sino por las instituciones en su forma de vinculación y remuneración.
Pero, hay que decirlo, también hay profesionales de la salud que han alzado su voz y han dicho que el mejor aplauso es quedarse en casa, cumplir la cuarentena, y me adhiero -más bien- a esa súplica.
No olvidemos, que esas manos que curan tienen detrás tanta historia de la humanidad, no han llegado solas a aliviar las dolencias. Hay años y años de investigación, como la que ahora se adelanta, velozmente, para encontrar la contra al covid-19.
Y esa historia de la medicina, la resumió Margarite Youcenar en una frase lapidaria en memorias de Adriano: “Es difícil seguir siendo emperador ante un médico, y también es difícil guardar la calidad de hombre.”
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