Algunos medios de comunicación registraron esta semana el fallecimiento de “Don Alberto Cardona”, el mayor de los hermanos Cardona, fundadores de La 14. Además de registrar su fallecimiento, también reseñaron su brillante hoja de vida como médico, fundador de una de las empresas más tradicionales de nuestra región y administrador de La 14 de la Sexta. Sin embargo, la historia quedó incompleta. Alberto o Albertico como lo conozco desde que tengo memoria, era un ser humano atento, generoso, culto, gran lector y un muy buen conversador. Desde hace varios años venia padeciendo varias enfermedades que habían limitado su movilidad, sin embargo, a pesar de las dificultades él siempre estuvo luchando por la vida.
El pasado 17 de septiembre recibí una llamada de mi hermana, avisándome que habían activado el protocolo Zafiro en la clínica de Imbanaco y que debíamos ir inmediatamente a despedirnos de mi abuela, Elpidia Villegas. Sólo hasta que llegué a la clínica, entendí que el cáncer con el que mi abuela lleva luchando varios años le había ganado la batalla. Tristemente, justo cuando iba en ascensor subiendo a despedirme de la abue (como siempre le llamamos sus nietos) recibí el mensaje de mi primo que estaba con ella en el cuarto, informándonos que se nos había ido, no pude despedirme. Fueron días de mucho dolor tratando de entender que ella no iba a estar más de forma física con nosotros. Elpidia fue una mujer que ejerció la maternidad (literalmente) con cada uno de sus nietos y siempre, siempre estuvo dispuesta a escucharnos, aconsejarnos y apoyarnos en todos los proyectos que emprendíamos. Fue nuestra segunda madre.
Lo primero que pensé en el hospital, después del llanto y de asumir su partida fue que Alberto no duraría mucho más, él sin ella no tendría vida. Al día siguiente fui su casa a visitarlo, ya que por culpa de esta pandemia y por miedo de contagiarlos, los saludos con mis abuelos se habían restringido al celular o desde la ventana, pero él estaba indispuesto y no pudo atender la visita. Al día siguiente fue internado en la clínica, ya que desde que supo de fallecimiento de la abue no volvió a recibir comida o agua y el resto de la historia ya la conocemos.
Alberto y Elpidia nos dejan un legado de amor profundo, desde que tengo uso de razón y tengo 33 años, los recuerdo juntos, amándose y transmitiendo ese amor a nuestra familia. Puede que Alberto no haya sido mi abuelo de sangre, pero si me dio el privilegio de haber contado con 3 abuelos durante muchos años. Hoy aprovecho una de las cosas que más me han celebrado los dos y fue que diera el paso a escribir, para darles las gracias por tanto y despedirlos con la felicidad de saber que al final siguen permaneciendo juntos.
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