Hablar de Santiago de Cali como ciudad capital de un departamento no solo nos ubica en sus costumbres, hábitos, cultura e idiosincrasia, también es necesario echar un vistazo al pasado y ponernos en contexto para ver quiénes vivían en estas tierras antes de la llegada de los conquistadores.
En esta oportunidad, es preciso hablar de la historia de Cali, hechos y personajes que hoy están invisibilizados en la historia de los caleños.
Primeros habitantes
Hace más de 500 años, lo que hoy es la ciudad de Cali era un paraíso habitado por indígenas o aborígenes que, durante siglos, compartieron estas tierras, las cultivaban y disfrutaban de sus siete ríos como una despensa natural que les proveía alimentos y todo lo necesario para vivir.
Para ese tiempo, el río Cauca se llamaba río Bredunco; luego, los españoles lo llamaron río Grande o Marta, y con el tiempo terminó llamándose río Cauca, según la historia, en honor al cacique Caucayaco.
Lo que hoy es Santiago de Cali estuvo habitado por tribus indígenas entre las que sobresalían los Calimas y Gorrones, subdivididos en pequeños grupos con cierta independencia, como los Jamundíes, Buchitolos, Liles o Lilies, Aquales, Calotos, Bugos, Abichines, Ocaches, Buscajoes, Atuncelos, Noamaes, Guacaries, Chancos, Chinches, Sonsos, Llamas, Timbas, Paches y otros, con caciques como Pete Petecuy.
A propósito del cacique Petecuy, la historia cuenta que se trató de un guerrero temido por todas las tribus, capaz de matar a sus enemigos, comerse su carne y luego exhibir su piel y cráneos como trofeos de guerra.
Petecuy logró mantener un control unificado en la región durante 20 años, junto con su esposa, quien también se destacó como gran guerrera.
Las tribus
Con respecto a las tribus y cacicazgos que habitaban estas tierras, hay que decir que los Calimas vivían hacia el norte, en la margen izquierda del río Bredunco (hoy río Cauca) y especialmente en la hoya del río Calima.
Poseían una cultura refinada y son numerosas las evidencias arqueológicas encontradas en su territorio: amplias plataformas artificiales en las laderas de las lomas, con cabida para una o más fosas ricas en jeroglíficos; sofisticadas tumbas donde abundaban objetos de oro, moldeados con una técnica que los coloca entre los pueblos orfebres más expertos de América, como lo afirman las innumerables piezas conservadas en el Museo del Oro del Banco de la República en la ciudad de Cali.
También lo escribió Pedro Cieza de León.
La cultura Gorrones, cuyo nombre proviene del pescado que constituía la principal base de su alimentación, se dedicaba al tejido de mantas y trabajaban el oro con habilidad.
Además, fabricaban curiosos adornos con los cuales cubrían sus cuerpos.
Sus casas eran espaciosas “tambas” donde podían vivir entre 10 y 15 personas.
El jefe principal de la tribu, Pete o Petecuy, habitaba en terreno elevado, destacándose en una clara demostración de jerarquía, dominio y autoridad.
Al sur vivían los Jamundíes, cuyo cacique era Jamundí, de quien tomó el nombre el río principal de esa comarca.
La base de su alimentación era el maíz tostado, el pescado y la carne de los animales salvajes que cazaban con flechas y lanzas.
Los Quimbayas, descendientes de Caribes y Chibchas, eran fuertes, robustos, bien proporcionados y ágiles.
Cultivaban maíz, yuca, arracacha y zapallo; eran pescadores y cazadores.
Su bebida favorita era el vino de palma y la chicha.
Sus chozas las fabricaban con varas de árboles, y aunque andaban siempre desnudos, tenían por lujo pintarse la piel con achiote rojo.
La orfebrería de los Quimbayas era maravillosa por sus grabados tan artísticos que los joyeros de hoy no han podido igualar.
La conquista
Para el año 1536, precisamente un 25 de julio, llegó el adelantado señor Sebastián de Belalcázar, quien asesinó a los caciques Jamundí, Petecuy y a otros líderes indígenas, violó a muchas nativas y robó todo el oro de los indios Timba.
Luego, se dirigió a Vijes y fundó la ciudad de Santiago de Cali, la cual encargó al capitán Miguel López Muñoz para que la poblara.
Este oficial trasladó la ciudad al lugar donde hoy funciona la Universidad Autónoma de Occidente, pero tampoco le pareció un buen lugar para erigir una ciudad, por lo que se trasladó a lo que hoy es el Museo La Merced, a orillas del río Cali, donde finalmente se asentó la ciudad hasta nuestros días.
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