Asumió la nueva mesa directiva del Concejo de Cali, y se nota que hay un clima de entendimiento y de trabajo en equipo entre la corporación y la administración municipal, lo cual es destacable luego de las malas relaciones que reinaron entre las partes el año pasado.

Por cuenta de la desconfianza y el desconocimiento mutuo, una especie de guerra fría, la agenda de trabajo del año pasado del Concejo y la Alcaldía fue de simple trámite, de cumplimiento, no hubo ningún proyecto importante más allá de los de rigor, y la imagen de un lado y del otro ante los caleños quedó, como lo mostró el Cali cómo vamos, muy maltrecha.

Por eso este año, además de mejorar sus relaciones, lo cual ya se nota, el Concejo y la Alcaldía de Cali tendrán que ponerse al día con tres proyectos atrasados que debieron tramitarse en 2012: la escisión del componente de telecomunicaciones de Emcali, la reforma al Plan de ordenamiento territorial, POT, y la reforma administrativa al Municipio, iniciativas todas prioritarias para la capital vallecaucana.

En el tema de las relaciones, lo que deben lograr el Concejo y la Alcaldía es entenderse y respetarse sin perder la independencia, el buen trato no puede traducirse en falta de control político ni las buenas relaciones pueden ser sinónimo de manguala. Como reza la frase popular: Ni tanto que queme al santo, ni poco que no lo alumbre…

El Concejo debe tener la suficiente independencia para ejercer control político en temas como el recaudo de impuestos, que asumió hace poco el Municipio, y de igual forma debe hacer seguimiento a las megaobras y el sistema integrado de transporte masivo, con una visión crítica constructiva.

Ojalá el buen clima que se percibió en la posesión de las nuevas directivas del Concejo se traduzca en un trabajo conjunto en el que gane quien debe ganar: la ciudad.

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