Cali, noviembre 2 de 2024. Actualizado: sábado, noviembre 2, 2024 00:31
Luis Ángel Muñoz Zúñiga-Especial Diario Occidente
Alarman los diagnósticos sobre el desequilibrio ecológico del planeta que informan cómo la tierra avanza hacia un punto de no retorno.
Responsabilizan al hombre por la manera como se relaciona con la naturaleza: ambición económica a costa de la extinción.
Responsabilidad comprensible en pretérito porque no imaginaba que podía destruir de manera irreparable la capa de ozono con el uso de combustibles fósiles y, además, iniciaba el desarrollo industrial, los transportes y la tecnología.
Pero, ahora que lo sabe y no cesa, su actuar es peligroso y censurable.
Dos siglos después, los síntomas de la sexta extinción del planeta hacen inaplazable que el hombre revise su relación con la naturaleza.
La historia, además de ser útil para no repetir violencias, problemas sociales y confrontaciones bélicas, también sirve para salvar la tierra, por ejemplo, validando históricamente el pensamiento de quienes advirtieron este apocalipsis si los hombres no cambiaban su hostilidad frente a la naturaleza.
En la COP 16, será pertinente reivindicar el modelo educativo de Simón Rodríguez, propuesto por Bolívar, desestimado por gobiernos posteriores.
“En las últimas décadas se han presentado graves episodios de contaminación química de la biosfera, causada principalmente por la actividad industrial, que han provocado terribles efectos sobre la salud humana y ecosistémica, por lo que se ubican como una de las manifestaciones más graves del Antropoceno. Se estima que en 2012 murieron 12.6 millones de personas por vivir o trabajar en ambientes poco salubres, lo que equivale a aproximadamente una cuarta parte del total mundial de muertes ese año”.
(Antropoceno: La huella humana. Guhl, página 97). En la COP 16, además de admirar la biodiversidad y promover el turismo, crear conciencia sobre el calentamiento global y la amenaza de una sexta extinción.
Hace dos siglos eran otras problemáticas: reforestar la tierra, conservar los recursos naturales y focalizar la extracción de los minerales.
El uso industrial y el transporte, expandieron carbono, incubando problemáticas más graves: cambios climáticos y catástrofes naturales.
Hoy se necesitan soluciones urgentes: potenciar la conciencia ecológica, resolver el agotamiento de agua, proteger la biodiversidad, apaciguar los incendios forestales y plantear la transición al uso de energías limpias.
“Simón Rodríguez (1769-1854), nació en Caracas un 28 de octubre. La Iglesia lo bautizó como párvulo expósito, hijo de nadie, pero fue el más cuerdo hijo de la América hispánica. En castigo de su cordura lo llamaban El Loco. Él decía que nuestros países no son libres, aunque tengan himno y bandera, porque libres son quienes crean, no quienes copian, y libres son quienes piensan, no quienes obedecen. Enseñar, decía El Loco, es enseñar a dudar”.
(Los hijos y los días. Eduardo Galeano). Simón Rodríguez, además de ser maestro del Libertador Simón Bolívar, fue un ilustre pensador político, maestro universal, proponente de la educación popular e ideólogo de la pedagogía libertaria.
En carta de 1824, el Maestro Rodríguez, recibió expresiones de gratitud de Bolívar: “Ud formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Usted me señaló”.
En la misma carta, Bolívar también le aplaude su espíritu ecologista y refiere los padecimientos ambientales del naciente ámbito urbano en Europa: “Amigo de la naturaleza: Ud no ha visto en ese caduco mundo más que las reliquias y los desechos de la próvida Madre Tierra”.
Simón Rodríguez, en su ensayo “La desviación del río Vincoya”, previó las causas remotas de la actual agonía del planeta: “La guerra, las minas, la caza, la pesca, los abrevaderos, los pastos, las manufacturas y el comercio, condenan a millones de personas a crueles padecimientos”.
El Maestro Rodríguez educó al futuro Libertador al aire libre, inmerso en el paisaje, clasificando la flora, la fauna, apreciando las montañas, percibiendo la brisa de las nubes y los ríos.
En la república propuso un modelo educativo fundamentado en: la pedagogía activa, humanística, participativa y científica; el aprendizaje de la lengua materna y la literatura; educación tecnológica en albañilería, carpintería, metalurgia y agricultura La materialización del pensamiento pedagógico ecológico de Simón Rodríguez se reflejó en el proyecto del gobierno bolivariano.
Esa práctica pedagógica fue emulada por otros maestros, hasta que el desarrollo urbanístico transformó la realidad agraria de los países hispanoamericanos en citadinos y la implementación del modelo simoniano se tornó casi imposible en las escuelas con clases enclaustradas.
Una visión cinematográfica, aproximada al modelo naturista de Simón Rodríguez, lo vimos en “La lengua de las mariposas” (1999), filme de José Luis Cuerda, aunque el maestro Don Gregorio se contextualiza en un entorno español distinto, otro sistema político y diferente época.
En Colombia, desde 1961, en atención de las necesidades educacionales del campo, se implementó la Escuela Nueva, escuelas rurales de un maestro con cinco grupos en un mismo espacio y cuyo modelo se orienta con la metodología activa, el liderazgo, la relación con la comunidad y el autogobierno.
Años después se invierte la estadística demográfica: otrora 70% en el campo; hoy 30% campesina y 70% urbana, situación agravada por el narcotráfico y los desplazamientos de la violencia.
Habrá que devolverles a los campesinos las miles de hectáreas que les despojaron para convertirlas en latifundios y mansiones suntuosas. Oportuna la COP 16, para reivindicar a Simón Rodríguez: educaríamos para regresar al campo.
Los proyectos medioambientales institucionales se fundamentaban en la promoción del aseo en los espacios públicos, el buen uso y ahorro del agua, las campañas de arborización de las avenidas, la recolección de basuras y las técnicas del reciclaje.
Eran proyectos localistas con prácticas de servicio social y cuya cobertura no trascendía de las comunidades escolares.
Con motivo del calentamiento global, los incendios forestales, las catástrofes naturales y el agotamiento del agua, habrá que trazar nuevos lineamientos, pensar como totalidad y con transversalidad académica.
Es hora de manejar nuevos conceptos ecológicos, implementar la investigación, contextualizar comunitariamente las acciones, ampliar la misión, la visión y la cobertura de los proyectos medioambientales.
Ahora, nuevos conceptos deberán fundamentar los contenidos de los proyectos: desarrollo sostenible, cambio climático, combustibles fósiles, gases de efecto invernadero, sexta extinción, biodiversidad, conciencia antrópica, sostenibilidad ecológica, crisis civilizatoria, energías renovables, gobernanza ambiental, fronteras biofísicas, código de recursos naturales, normas de protección ambiental y Antropoceno: la huella humana.
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