Cali, marzo 3 de 2025. Actualizado: domingo, marzo 2, 2025 20:43
Luis Ángel Muñoz Zúñiga – Especial Diario Occidente
La mujer ha sido un ser humano discriminado: bíblica, histórica, económica, social, institucional y culturalmente.
Los relatores del Génesis de la Biblia nos intuyeron que la primera mujer nació de una costilla de Adán, justificando así su sometimiento al varón, derivado del mito de cómo se originó la fémina.
Los historiadores machistas le borraron su papel protagónico en la guerra y su liderazgo en las luchas sociales.
En la mayoría de países el ordenamiento jurídico del Estado le negó sus derechos reduciéndola a mera propiedad del marido y discriminándole en el reconocimiento legal de derechos civiles, ciudadanos y políticos.
Durante varios siglos las mujeres son censuradas por costumbres sociales.
Ellas para demostrar sus talentos artísticos y literarios tuvieron que romper con duras barreras y sus pioneras fueron endilgadas de protagonizar acciones de degradación social.
En sus fechas, por ejemplo, la próxima del 8 de marzo, en homenaje a las mártires que lucharon por la igualdad de género, los varones solemos seducirlas con fiestas estereotipadas con los valores del capitalismo (moda, cosificación, embriaguez y sexo).
En la víspera al 8 de marzo, el Diario Occidente fundamentará la importancia del Día internacional de La Mujer.
La discriminación de la mujer empieza desde su origen: narra la Biblia que después del Creador haber moldeado a Adán en arcilla y darle el aliento, lo sumió en un sueño profundo y le extrajo una costilla de la que sacó a Eva.
Desde entonces es sometida al marido y caracterizada como “sexo débil”, que desde el paraíso se dejó tentar de ambición, comió del árbol prohibido e indujo a Adán.
Después, la historia sólo les concede lugar a las mujeres de los emperadores.
Los economistas señalan la división social del trabajo en la producción de la riqueza social, sin incluir el trabajo doméstico desempeñado por su conyugue.
En el siglo XVIII, la Revolución Francesa, tras proclamar la declaración de derechos concedidos a los hombres; por orden de Robespierre condenó a la guillotina a Olympe de Gouges, la revolucionaria que luchó contra la aristocracia, porque se atrevió a proponer los derechos de la mujer y la ciudadana.
En nuestra historia de Independencia no figuran las mujeres que colaboraron y se unieron al ejército libertador.
Así mismo, durante siglo y medio de República, la mujer colombiana no administraba sus bienes, aunque fuesen heredados, ni se le permitía ir a la universidad y se le negó el derecho a sufragar.
En la Independencia hubo varias féminas rebeldes.
En el siglo XX, hubo líderesas que exigieron los derechos laborales y la igualdad ciudadana de la mujer.
En el Virreinato, cuando publicaron el nuevo impuesto para la Armada de Barlovento, Manuela Beltrán con arrojo arrancó el cartel, encendiendo la llama comunera.
Policarpa Salavarrieta, fue fusilada el 14 de noviembre de 1817, imputada de ser espía e insurgente.
Los historiadores relacionan el florero de Llorente como único detonante para la revuelta popular del 20 de julio de 1810, olvidando que Águeda Gallardo Guerrero, 15 días antes en Pamplona desafió al corregidor Juan Bastos y Falla, arrebatándole y rompiendo su bastón de mando, siendo el segundo grito de independencia, un día después del de Santiago de Cali.
Antonia Santos, fue heroína fusilada el 28 de julio de 1819, por organizar grupos de apoyo para el ejército libertador.
Cuando pensionaron a los veteranos de la Guerra de Los Mil Días, las mujeres que batallaron fueron discriminadas por carecer de ciudadanía.
En el siglo XX, María Cano motivó la creación de los primeros sindicatos y lideró sus huelgas.
Ofelia Uribe, Lucila Rubio, María Currea y Esmeralda Arboleda, lideraron las luchas en pro del voto de la mujer.
La mujer es el ser humano más vulnerable en las discriminaciones sociales y la guerra.
Ella es quien más siente cuando pierde sus hijos en la violencia.
Aún no cesa su doble explotación de: esposas trabajadoras, madres cabeza de familia y madres de las víctimas de la violencia política.
Todavía no hay una total equidad de género en el congreso de la república y en los principales cargos de administración pública.
La sociedad sigue siendo machista.
El acoso sexual contra la mujer y la violencia intrafamiliar, son principales titulares de las noticias en los diarios, en Colombia y demás países latinoamericanos.
Aumentan los feminicidios en el inventario de los crímenes.
Sin embargo, las mujeres no declinan su misión en la lucha por la equidad y la defensa de la vida.
Las madres y las abuelas de la Plaza de Mayo siguen buscando a sus hijos y nietos, desaparecidos en la Argentina durante los años de la dictadura.
Las madres de Soacha, en Colombia, es una asociación creada en el 2008, conformada por madres, esposas, hermanas e hijas, que no declina su búsqueda de víctimas de cuerpos de “falsos positivos”.
“Las cuchas tienen razón”, replican las consignas desde los muros. Las mujeres no quieren “parir más hijos para la guerra”.
Olympe de Gouges, en el Preámbulo de su proyecto de Declaración de Los Derechos de La Mujer y la Ciudadana, expuso unos principios filosóficos que la hicieron precursora del feminismo universal: “Considerando que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de las desgracias públicas y la corrupción de los gobiernos, exponemos en esta declaración solemne los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer.
La libertad y la justicia consisten en restituir lo que le pertenece al otro; así, el único límite al ejercicio de los derechos naturales de la mujer es la tiranía perpetua que el hombre le opone” (Olympe de Gouges).
En el siglo XX, la primera vez que habló de feminismo, la mujer provocó en los hombres el temor de ser destronados de su poder en la sociedad patriarcal.
Pero, igualmente, entre algunas mujeres hubo concepciones erróneas que mal interpretan el feminismo, como una postura revanchista de género.
Entre las concepciones más atinadas sobre el feminismo, sí hay quienes lo entendien como “un ejercicio de resistencia práctica, epistemológica y política” (Victoria Sendón de León).
Otras lo definen como “imperativo de hacer visible la presencia de las mujeres y audibles sus voces, proponer una ética hacia la oposición política alternativa” (Juanita Barreto).
Fin de los artículos
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