Gustavo Álvarez Gardeazábal

La crónica de Gardeazábal

La rutina redentora

Gustavo Alvarez Gardeazábal

La escanografía pavorosa de la realidad que estamos viviendo, con pulmones naturales y artificiales pidiendo desesperadamente oxígeno, quiero contrastarla con un cándido y hasta quizás repugnante optimismo. No hemos sucumbido porque logramos descubrir y aplicar la rutina metódica.

A mi y a millones en el mundo esa rutina nos ha permitido sobrevivir durante diez meses mientras encontramos el nuevo orden mundial .A las gentes de mi edad, acomodados a la libertad de tantos años, ha sido curiosamente menos traumático. Quizás el bagaje de lecturas y experiencias, sapiencias e ignorancias nos permite intuir con tranquilidad lo arrevesado que será el mundo después de la pandemia.

En el fondo, todos estamos convencidos que esta peste nos ha servido a los colombianos para descubrirnos a sí mismos y, en especial, consiguió volver añicos lo que dizque nos habían enseñado para que conserváramos las nociones de comunidad civilizada. Hasta olvidamos que hacemos parte de una misma patria mal gobernada. Hemos descubierto que somos bien diferentes de los otros países que sufren lo mismo aunque tenemos en unas y otras naciones una vanguardia idéntica ,integrada por la misma juventud irresponsable, afanosa de vivir el poco tiempo que creen que les queda.

Hemos comprobado por estos días que no obedecemos, que los toques de queda se pueden volver un saludo a la bandera, que no oímos porque no creemos lo que nos dicen, que no le tememos a la muerte. Hemos aceptado sin chistar que nos suprimieran hasta los ritos funerarios y nos obligaran a no estar al lado de quien agoniza y muere.

Y como no nos hemos detenido a pensar que el cerco comunitario lo hemos ido reduciendo y tampoco valoramos que ante la falta de liderazgo y de poder de convocatoria de quienes dirigen los estados, cada quien, o cada país ha terminado por salvarse como pueda.

A los colombianos no nos llena de esperanza la vacuna como a los países ricos. Sabemos que en esa materia vamos a ser los últimos porque mientras no negocien la comisión que la corrupción les obliga, nos harán creer que la confidencialidad, la falta de producción y la ventaja que nos llevan los países ricos hará que nos la cobren más cara o nos vendan la más mala o que tengamos que comprarla en san andresito. Pero así y todo, con la cara a medio tapar, yendo a las rumbas en secreto o haciendo cola para comprar lo esencial, esperamos que en la farmacia de la esquina nos vendan el kit de medicamentos que salvó a los viejitos del ancianato San Miguel, y no caer en el error de ir a la EPS para buscar cupo en una UCI.

Hemos entronizado la rutina metódica cada día, para todo, para ir al trabajo o para enviar hojas de vida o para hacer rendir el mísero ingreso y estirar el mercado o para conseguir el coctel de los medicamentos que si curan .Y todo eso es posible porque la ilusión de volver a vivir no la perderemos por obedecerle a la OMS o por esperar que nos den turno en la EPS.

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