Cali, marzo 19 de 2025. Actualizado: miércoles, marzo 19, 2025 09:28
Durante año y medio los estadios de fútbol de Colombia estuvieron cerrados al público, debido a la pandemia, y en varias ciudades se comenzó a permitir el ingreso de espectadores.
En el caso de Cali, este fin de semana volverán los hinchas al Pascual Guerrero, que abrirá con aforo limitado y con estrictas medidas de bioseguridad anunciadas por la administración local.
Sin embargo, en medio de la expectativa por el regreso del público al estadio, lo ocurrido en Bogotá el pasado fin de semana durante el primer partido con presencia de hinchas en el Campín, encendió las alarmas por la reaparición de los hechos de violencia ligados al fútbol.
Como era de esperarse, en la capital de la República se adelantaron acciones para capturar y judicializar a los responsables de las revueltas en el estadio y, automáticamente, en las otras ciudades que reabrirán el fútbol se anunciaron medidas de seguridad para evitar hechos similares.
Si bien los operativos de control dentro y alrededor de los estadios son necesarios, es un error que las agresiones entre hinchas se sigan viendo como un fenómeno del fútbol y, en el caso de nuestro país, se desligue del problema de violencia estructural, pues se trata de una patología de nuestra sociedad que se expresa de muchas maneras, y el enfrentamiento entre aficionados de uno y otro equipo es sólo una de ellas.
Lo que se requiere, entonces, es un trabajo de fondo que resuelva las causas que llevan a esta sociedad a producir hinchas violentos y, en general, personas que caen fácilmente en la agresión para resolver sus diferencias. El problema no es el fútbol ni son los hinchas y no se resuelve con requisas en los estadios. ¿Qué haremos más allá?
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