Cali, agosto 15 de 2022. Actualizado: viernes, agosto 12, 2022 22:47
El hundimiento del barco hospital simboliza lo ocurrido con el servicio de salud en el Litoral.
Si quienes viven en capitales y ciudades intermedias del centro del país se quejan del sistema de salud, ¿qué pueden decir los habitantes de la costa pacífica, donde una consulta médica es considerada prácticamente un lujo?
Es como si la voraz clase política y la mala suerte se hubieran puesto de acuerdo para dejar a esta zona colombiana sin acceso a los servicios mínimos de salud: además del saqueo del Hospital Departamental de Buenaventura, el más importante de todo el litoral, que hoy no cuenta ni siquiera con medicinas básicas ni mucho menos con equipos y capacidad logística y humana para atender la demanda del distrito vallecaucano y municipios de Cauca y Chocó, el pasado fin de semana naufragó el barco hospital La Esperanza, que desde hace 21 años recorría esta abandonada región del país brindando atención médica en puntos remotos y olvidados.
La Esperanza llevaba 18 meses sin emprender misiones médicas en el Pacífico, ante la falta de apoyo, pero ahora, con el naufragio, la fundación que maneja la embarcación no sólo tendrá que buscar recursos para mover la nave y dotarla de personal y equipos médicos, sino para repararla.
El mismo drama de falta de recursos vive el San Raffaele, barco hospital donado por la fundación italiana del mismo nombre, que ha tenido que parar en varias oportunidades sus recorridos por el Pacífico colombiano ante la carencia de apoyo.
El innegable atraso general del Litoral es mucho más evidente en cuestión de salud, parece rezagado un siglo, y no hay solución a la vista, las comunidades afrodescendientes e indígenas que allí habitan no tienen dolientes ante el sistema de salud, ni siquiera quienes viven en su principal centro urbano, que es Buenaventura.
Este es el panorama, justo cuando se discute una cuestionada reforma a la salud que no reformará este tipo de situaciones.
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