Cali, febrero 13 de 2025. Actualizado: miércoles, febrero 12, 2025 23:26
En Colombia, la desnutrición crónica o retraso en la talla (DNC) entre menores de 5 años afecta significativamente a una parte alarmante de la población. Las cifras son contundentes: el 10,8% de esta población enfrenta esta condición, y en grupos como los indígenas y los más pobres, aumentan drásticamente.
Detrás de estos números hay determinantes sociales y estructurales que revelan una realidad compleja y preocupante. La desnutrición crónica no es solo un problema de salud, sino un reflejo de las desigualdades profundas en nuestra sociedad.
Factores como la pobreza, la falta de acceso a agua potable y saneamiento básico, la falta de educación materna y el bajo peso al nacer son solo algunos de los elementos que contribuyen a esta crisis silenciosa pero devastadora.
Es imperativo que el gobierno y la sociedad en su conjunto reconozcan la urgencia de abordar esta situación. La desnutrición crónica no solo afecta el desarrollo físico de los niños, sino también su desarrollo cognitivo y emocional, con repercusiones a largo plazo en su capacidad para aprender, trabajar y contribuir al crecimiento económico y social del país.
En ese sentido, es fundamental priorizar la nutrición infantil en los planes de desarrollo municipales y departamentales.
Con más del 36% de la población viviendo en condiciones de pobreza y casi el 14% en pobreza extrema, es evidente que se necesita una acción urgente y coordinada para garantizar que todos los niños tengan acceso a una alimentación adecuada y a condiciones de vida dignas.
La educación materna también juega un papel crucial en la prevención de la desnutrición crónica. Las mujeres educadas tienen más recursos y conocimientos para cuidar adecuadamente de sus hijos, lo que reduce significativamente el riesgo de esta condición.
Ojalá entendamos que el hambre que tanto afecta a los niños, también afecta a la sociedad. Hay que actuar.
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