Viacrucis

Rodrigo Fernández Chois

Después de seis meses de obligatorio cierre, la actividad del esparcimiento nocturno pudo abrir nuevamente sus puertas en Cali. Reaperturaron aquellos que lograron resistir el largo periodo sin ingresos y que pudieron asumir los gastos fijos que se generaron de manera indiferente a si había o no actividad. Sí, como era de esperarse muchos establecimientos murieron.

Quedan sobre la arena aquellos negocios que contaban con músculo financiero o capacidad de endeudamiento. Sobrevivientes que lograron sortear exitosamente una primera estación de lo que yo llamo “un viacrucis”, apelando a la quinta acepción del Diccionario Real de la Academia Española que define la palabra como “la sucesión de adversidades y pesadumbres”.

Pero el viacrucis aún no termina. Además de enfrentarse al virus, estos sobrevivientes tienen ahora que transitar por una segunda estación: Deben lograr los ingresos necesarios para operar sometidos a cuatro fuertes restricciones: 1. Un aforo máximo del treinta por ciento del público. 2, Mesas con no más de seis asistentes. 3. Reducción de casi un cuarenta por ciento del tiempo de ejercicio de la actividad y; 4. La imposibilidad del baile, que es la actividad más propiciadora de ventas. Como dirían los abuelos: “¡Cógeme ese trompo en la uña!”.

Entonces preguntan: ¿Por qué insisten estos emprendedores?

La respuesta es y será siempre una: por pasión. Los que nos dedicamos a esta actividad sabemos que el esparcimiento y la diversión son una valiosísima terapia social, una especie de válvula de escape. Pero lo más importante, somos tercos en nuestra misión porque sabemos y estamos plenamente conscientes de que la realidad en las relaciones humanas siempre estará por encima de la virtualidad.

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