En Cali, la ciudad de las tres cruces y de la salsa, también habitan vacíos urbanos que gritan abandono.
Uno de ellos está justo frente a nuestros ojos: los espacios debajo de los puentes vehiculares. Hoy, muchos de esos lugares son depósitos de basura o refugios improvisados para habitantes de calle.
La pregunta es inevitable: ¿no podríamos transformarlos en zonas útiles, seguras y productivas?
La respuesta ya existe, y no está muy lejos. La Ciudad de México implementó el Programa de Recuperación de Bajopuentes, una iniciativa que convirtió esos rincones olvidados en parques, áreas recreativas y pequeños negocios.
El resultado ha sido doble: revitalización urbana y nuevas oportunidades económicas. En lugar de focos de inseguridad, ahora son puntos de encuentro para la ciudadanía.
Cali podría seguir ese camino. Bajo el puente de los Mil Días, en la conexión de la Calle 5 con la Avenida Roosevelt; en el de la Avenida 3 Norte con la Terminal; o también en el puente Autopista Suroriental con Calle 23, existen espacios lo suficientemente amplios como para albergar locales comerciales, supermercados retail express, cafés, gimnasios al aire libre o áreas culturales.
Lugares que hoy son desperdicio podrían convertirse en nodos de convivencia y desarrollo.
No se trata solo de embellecer la ciudad. Cada metro cuadrado recuperado es un metro cuadrado menos para la delincuencia y más para la comunidad.
Además, esos nuevos espacios comerciales podrían generar ingresos que se destinen a programas sociales, creando un círculo virtuoso: la ciudad invierte en sus habitantes, y sus habitantes devuelve vida a la ciudad.
Cali necesita nuevas ideas. No podemos seguir mirando con indiferencia esos espacios urbanos que tanto nos restan.
Transformar la parte baja de los puentes no es una utopía; es una oportunidad que ya ha funcionado en otras ciudades del mundo.
La capital del Valle merece espacios dignos, vivos y útiles.
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