Show de luces en tiempos de sombras

Gabriel Velasco

Dicen que los buenos magos siempre hacen que sus audiencias miren para un lado mientras en las sombras ocurre toda la “magia”; la presdigitación requiere de los mayores y mejores trucos posibles, pero sobretodo de audiencias nobles, fácilmente impresionables, y con una visión de aparente claridad pero nula veracidad de lo que ocurre en el escenario.

Lo anterior se asemeja de forma clara a lo que vemos en Cali. La alcaldía ha tomado la decisión de continuar y poner en marcha su alumbrado, haciendo una pantomima para que los caleños no vean las tantas otras cosas que ocurren en la capital: una inseguridad desbordada, unos contratos dudosos, y una pandemia alcanzando nuevos picos.

Mientras el Alcalde y su secretario de seguridad pedalean las calles de Cali con el “ingenioso” y altamente costoso alumbrado móvil, a la ciudad la azotan los bandidos. Apartamenteros intentando ingresar a conjuntos cerrados, motociclistas armados que atacan a transeúntes, comensales, y negocios; y un ínfimo orden en el manejo de la pandemia, básicamente mediante anuncios populistas, la comunidad ha olvidado el autocuidado, y la inacción de la administración han llevado a que las UCI se ocupen hasta en un 90%.

Todo en Cali parece estar en cuidados intensivos, pero pareciera que el estado de hipnosis fuera generalizado. Seguimos las luces y no miramos con lupa lo que hacen desde el CAM; a golpe de pedal endeudan a nuestra ciudad, a golpe de pedal, malversan casi 10 mil millones de pesos en vez de invertirla en brindarle mayor seguridad a quienes vivimos acá en la capital del Valle del Cauca.

Lo cierto es que todo este montaje es un show de luces en tiempos de sombras. La ciudad está fuera de control, por mucho menos pedían la renuncia del Secretario de Seguridad de la administración pasada. Las encuestas seguirán mostrando favorabilidad para el Alcalde Ospina, pero la historia pasará factura si la situación de inseguridad social y riesgos contra la vida y la salud continúan materializándose mientras los llamados a llevar las riendas de la ciudad, ocupan sus manos con el timón de unas bicicletas con bombillos.

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