A veces parece que las instituciones relacionadas con el acuerdo suscrito entre Juan Manuel Santos y los terroristas de las FARC no tienen claro su mandato.

La JEP bajo la tutela de Patricia Linares poco o nada hizo por judicializar, investigar o adelantar con prontitud investigaciones en contra de las FARC ni por poner en cintura a los líderes narco-terroristas de esta institución, que hoy siguen sin haber cumplido con verdad, justicia o reparación.

Ahora la Comisión de la Verdad se queja ante instancias internacionales, en especial ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, de que algunas instituciones del Gobierno Nacional y de la Fuerza Pública no le brindan la información que requieren.

No sobra recordar que no son un órgano judicial y que bajo ningún argumento sólido se puede poner en peligro la seguridad nacional por la entrega de información reservada, se debe seguir el camino legal y no pretender que tienen licencia abierta para hacer lo que quieran, que están por encima de la ley y de todas las demás instituciones.

Ojalá la Comisión de la Verdad requiriera a los líderes de las FARC para que digan en dónde está su fortuna, cómo eran las rutas del tráfico de drogas y, lo más importante como lo hemos pedido en innumerables ocasiones o como lo puso de presente en días pasados Jaime Arizabaleta, que hablen de la FARC-política, un capítulo que es importante esclarecer y que así como respondieron quienes ocuparon cargos de elección popular o manejaron contratación para favorecer a paramilitares, suceda lo mismo con quienes dieron dinero y fueron elegidos con el favor de las FARC o su dinero.

Ojalá la Comisión de la Verdad se quejara de la falta de compromiso de líderes del grupo narco-terrorista que hoy con impunidad total siguen creyendo que pueden dictar clases de moral y dignidad en un país que destruyeron, en el que dejaron millones de víctimas y que hoy, gracias a la falta de contundencia de la JEP y a la misma comisión, siguen lacerando heridas dejadas en muchos colombianos.

Queremos resultados no solo frente a los actores oficiales del conflicto sino frente a quienes sembraron terror por decenas de años, las FARC.

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