El término de cavernícola hace referencia a ese ser humano prehistórico que utilizaba las cuevas como vivienda o refugio. Se supone que hoy ya no existen, sin embargo, el actuar de algunos políticos permite creer que hoy en Colombia tenemos políticos cavernícolas. Esta semana se debatió en la Cámara de Representantes el Proyecto de Ley que busca regular el cannabis industrial y recreativo en Colombia. Mientras que en Uruguay con la legalización del consumo recreativo de Cannabis se le arrebató al narcotráfico un negocio que mueve un total de 4.373 kilos de marihuana, lo cual representa alrededor de 1 millón de dólares en ingresos para el estado, acá el debate no pasa de la Cámara baja del Congreso y 102 Representantes mandaron a archivar el Proyecto de Ley en contra de 52 que lo apoyaban. Por su parte, en Estados Unidos ya son 9 estados en los que es legal el consumo y sorprendentemente esta semana en Oregon se despenalizó el uso de las drogas duras.
El consumo de cannabis es una realidad en Colombia y la historia ha demostrado que la prohibición y mal llamada “lucha contra las drogas” no han logrado atacar los problemas de fondo: el narcotráfico y el consumo como un problema de salud pública. La única forma de acabar el narcotráfico y poder atender a los consumidores que son adictos es con la regulación estatal de este negocio. En la actualidad para la producción de cannabis de uso medicinal en Colombia hay 56 hectáreas sembradas, donde cada hectárea sembrada produce al menos 16 empleos y los ingresos estimados que podría traer para este año son 99 millones de dólares de acuerdo con Fedesarrollo. Si sólo con la producción de cannabis de uso medicinal se pueden tener estos ingresos para el sector productor y para el estado ¿Cuánto no se podría aumentar si se incluyera la producción para el consumo recreativo en la regulación estatal? Sin embargo, algunos de nuestros próceres de la patria argumentan que el cannabis es dañino para la salud, genera dependencia y hasta trastornos mentales. Argumentos que reposan en la cueva del dogma, la irracionalidad y la ausencia de soluciones prácticas para problemas reales. Y a pesar de estos argumentos, no tienen el criterio para, por ejemplo, prohibir el consumo de alcohol que le hace muchísimo más daño al cuerpo.
Es triste que la mayoría de nuestros representantes prefieran guardar reposo en esa cueva del dogmatismo como unos verdaderos políticos cavernícolas, en lugar de ser un poco más pragmáticos y ver el problema de manera racional para buscar soluciones reales y efectivas.
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