Las clases virtuales fue la primera estrategia para afrontar la pandemia. El Gobierno responsabilizó a los docentes con teletrabajo y que enviaran las evidencias para supervisarles. A pesar de faltar plataformas y las familias pobres carecer de Internet , los docentes lo asumieron aplicando las Tic.
Hubo padres que acogieron con tranquilidad su nuevo rol de tutores, novedosa realidad que permitió centrar el interés familiar en los niños. Otros, expresaron su inconformidad por esas nuevas prácticas que en sus casas desequilibraron las costumbres virtuales familiares.
Poniéndose a tono con los lineamientos ministeriales, la Administración Municipal sorpresivamente decretó las vacaciones.
Esto provocó expresiones de alegría tanto en padres que hallaron un respiro, como de sus hijos que se sentían censurados para el disfrute de series cinematográficas.
Pero, ¿qué relación tiene esto con la torre de Babel? Veamos que, paradójicamente, al cesar temporalmente las obligaciones académicas vuelve la incomunicación familiar: nadie entiende a nadie, cada cual enmudece con el celular en lo suyo, si se pregunta sobre algún asunto vital de la pareja, el otro reacciona extrañado.
En tiempos de pandemia la lectura por placer no puede desplazarse por la creencia falsa de que hoy leer sea una obligación. En otrora no sucedía porque reunidos junto a nuestros padres leíamos los suplementos dominicales y las antologías de cuentos.
Si en nuestras reflexiones durante estos días de pandemia nos prometemos que cambiaremos nuestro ser, empecemos por huir de la nueva torre de Babel, convencidos que la lectura colectiva une a la familia. Si estamos confinados solitarios, todos los autores que invitemos, gustosos serán nuestros amigos.
Comments
Fin de los artículos
No hay más artículos para cargar