Luis Ángel Muñoz Zúñiga

Llegó la hora

Luis Ángel Muñoz Zúñiga

Me volví viejo. Llegó la hora de aceptarlo y que al fin me decida a cambiar la foto con la que inicié esta columna en el Diario Occidente.

Llegó la hora para dejar a un lado mi vanidad y encarar más auténtico a los lectores, tal como soy: rostro arrugado, entradas pronunciadas en las sienes, cabellos cenizos y mirada propia de los que pronto subiremos al séptimo escalón de la vida.

Cuando de joven iba al “Séptimo cielo”, siempre había alguien que al reconocerme me delataba, describiendo mi fisonomía. Antes, dibujaban fácil mi rostro, con líneas rectas y curvas.

Ahora, a quien me vea deambular por algún lugar prohibido, le será difícil hacer de mi rostro un retrato hablado, porque requerirá de muchas líneas onduladas, líneas quebradas, líneas mixtas, ángulos agudos y polígonos irregulares.

Le sería más fácil la tarea de confeccionar con cartón mi máscara.

¡Cómo nos pasa la vida!, que recuerdo, como si fuera “ayer”, cuando compartiendo copas con mi padre Rafael Muñoz, le hacía sonar en la radiola “Mi Viejo”, disco de Piero, entonces grabado recientemente en 1969.

Me parece fue “ayer”, que yo llevaba a Luis Ángel Junior a “Personitas”, su jardín de párvulos; él ya hace diez años que se tituló de comunicador social y periodista en la Universidad del Valle.

Angie Mariana, mi nieta, ya cumplió quince años y pronto terminará su bachillerato.

Por eso, hoy decidí relevar la foto que durante tres décadas ustedes engañados miraron y que congelaba mi rostro mientras la edad me acechaba.

Esa foto fue tomada con una cámara análoga de rollo, llevado a revelar en un laboratorio y que quedará indeleble en hemerotecas, enmarcada en el mosaico de los profesionales que egresamos de la Alma Máter y adherida en una página de mi álbum familiar.

Hoy renuncio a seguir propiciando engaños, como le sucedió a Gregoria “Goya” Vence, excompañera de universidad y radicada hace un buen tiempo en el exterior, que cuando me pilló entre las redes sociales, en la página web del Diario Occidente, admirada me envió su amable saludo: ”Hola Lucho a vos no te pasan los años”.

Por eso hoy decido relevar la otrora foto de carnet, por una actual, que no esconde al ser humano envejecido que continúa produciendo ideas jóvenes, ahora más maduras, exceptuando esta columna sobre su adultez mayor, poco interesante para muchos.

“El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”… “La muerte no llega con la vejez sino con el olvido”, decía Gabriel García Márquez.

Finalmente, esta vez con mi decisión de autenticidad y mis reflexiones, también quiero compartirles mis gratitudes para con el Supremo Señor Creador.

Gracias Dios, por conservarme aún lúcido y marchando con pasos firmes.

Gracias Dios, por permitirme sacar tiempo para salir en bicicletas con Daniel Felipe, mi nieto.

Gracias Dios, porque todavía puedo leer sin dificultad visual.

Gracias Dios, por concederme capacidad de escoger entre los canales que comunican objetivamente y los que sesgan la verdad.

Gracias Dios, por dotarme de juicio para no tomar partido equivocado, sino acertar con quienes respalden los gobiernos que transformen a Colombia.

Dios, omnipotente, sólo te pido que para las féminas continúe como aquel buen vino añejo, que entre más viejo, más sabroso y embriagante, propiciándoles felicidad.

Dios, maravilloso, jamás te pediré dones para ganar en juegos, siempre para afrontar mis adversarios, como lo hacen los árboles que dan frutos, siguen plantados firmes al recibir pedradas.

Amigo(a): perdóname estos argumentos sobre mi decisión existencial estética, realista. Así sea. Gracias por leerme.

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