Terminadas sus extenuantes jornadas, imaginamos a los galenos actualizándose en el vademécum y revistas científicas. Pensamos que por causa de sus obligaciones los médicos siempre están ausentes del calor y las tertulias de familia.
Sin embargo, esto no es una regla general. Hay médicos, que además de cumplir su juramento hipocrático, en sus ratos de ocio sacan tiempo para la escritura, como para formular a quienes sanaron, otros “medicamentos” que también den buena salud a sus espíritus.
Para muestra, tres botones: “Historia de cien ciudades”, de Diego Rosselli; “Vidas frágiles”, de Stephen Westaby; y, “La sicología del chismoso”, de Efraín Calderón Ramírez. A
l pagar al librero le expresé mi admiración por el hallazgo y muy sabio él me respondió: “Aquí usted encuentra libros como en botica”.
El loco Diego Rosselli, médico de la Universidad del Rosario y neurólogo del Hospital Militar, en enero de 2005, montó en su viejo Land Rover, impulsado por la aventura de recorrer las regiones de nuestra geografía, hasta visitar cien ciudades colombianas, en recorridos los fines de semana, puentes festivos, vacaciones y navidades.
Confieso que leyendo sus fascinantes crónicas de viaje se me ocurrió llamar a una quejumbrosa amiga solitaria para decirle que ya le tenía el efectivo analgésico para su depresión y dolores de cabeza.
Stephen Westaby, cardiocirujano inglés por treinta y cinco años, practicante de más de once mil operaciones; después del bisturí y la carne humana, escribía las historias entre la vida y la muerte que atendía en los quirófanos. Efraín Calderón, médico y cirujano de la Universidad Tecnológica de Pereira, con su libro nos entrega el mejor antibiótico para la paz interior.
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