Hace unos días, presencié a las afueras de la estación Prados del Norte un accidente que involucró a un bus articulado del MIO y a un usuario que imprudentemente no usó la cebra para cruzar el carril exclusivo del sistema de transporte masivo, poniendo en riesgo no sólo su vida sino la de más de 80 personas que iban al interior del vehículo.
La imprudencia vial es un mal que transita libremente por la ciudad y los peatones, ciclistas y motociclistas son los actores viales que más generan la accidentabilidad en las calles de Cali.
Cuando veo a un motociclista transitar por el carril exclusivo del MIO, un peatón que cruza la calle cuando el semáforo está en verde o cuando aprovechamos la papaya que se da en las estaciones del MIO para colarse por las puertas de ascenso y descenso de pasajeros, reafirmo mi teoría de la cultura del “no me importa”, donde las personas desconocen la responsabilidad vial y el respeto a las normas.
La conciencia no es sólo una palabra que se encuentra en el diccionario y que se busca para salir de dudas, es un arte que todos tenemos pero que a muchos les cuesta desarrollar.
Los seres humanos generamos miles de pensamientos diarios que desencadenan en acciones donde resulta importante tomar conciencia.
La falta de cultura ciudadana y el inadecuado uso de puentes peatonales, cebras y vías apuntan no sólo a incidentes con desenlaces fatales sino a tener que compartir una ciudad con personas a las que no les interesa vivir en progreso.
Resulta urgente implementar una estrategia seria en instituciones educativas para que las nuevas generaciones crezcan en una cultura que respete la vida y las vías.
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