Luis Ángel Muñoz Zúñiga

La riqueza de las naciones

Luis Ángel Muñoz Zúñiga

Es reprochable que el debate político se reduzca a calumnias e insultos a través de las redes.

Desafortunado que se extingan las ideas políticas y se estigmatice de “chavistas” a los líderes de Colombia Humana.

Que se pretenda ocultar que iniciado el siglo XXI, el contubernio entre los corruptos y el modelo neoliberal, desfiguró la esencia social del Estado.

Por eso, en tiempos de reformas que discute el Congreso, recomiendo a los legisladores que lean “La riqueza de las naciones” de Adam Smith.

Los principios de economía clásica y la filosofía de la Ilustración, entre los siglos XVI y XVIII, permitió desarrollar el capitalismo, modernizar el Estado y superar el estancamiento cultural medioeval.

Tal vez, Adam Smith pudo haber convencido a José Félix Lafaurie a que se sentara con el presidente Gustavo Petro, para juntos buscarle salida al problema de la tierra en Colombia.

“El gran número de personas que mantenga la tierra productiva suministrará un mercado que jamás habrían encontrado entre aquellos que puede mantener su propia producción. La creciente abundancia de alimentos, debido al incremento de la roturación y el cultivo, necesariamente aumenta la demanda de los demás productos que son cosas útiles. La abundancia de alimentos que, como consecuencia de las mejoras en las tierras, hace que muchas personas tengan más de lo que consumen y es la causa principal de la demanda, así como de todos los demás adornos y comodidades en el vestido, la vivienda, el mobiliario y el equipo. Los alimentos no sólo constituyen la parte fundamental de la riqueza del mundo sino que la abundancia de alimentos es lo que asigna la parte principal del valor de muchas otras clases de riqueza” (La riqueza de las naciones).

Es un pacto ejemplarizante entre gobierno y los ganaderos, distinto al vergonzoso que protagoniza la oposición cuando ante las demás propuestas sociales, sólo emite mensajes mediáticos tergiversadores de la verdad.

La reforma laboral de hace tres décadas, que le quitó derechos a los trabajadores, la justificaron con promesas de más empleo.

Pero vimos que el desempleo aumentó y la clase trabajadora se pauperizó.

Ahora, esos mismos personajes rechazan que se les devuelva a los trabajadores sus horas extras y los recargos nocturnos, dicen que la nueva reforma laboral provocará más desempleo.

Los usufructuarios de las EPS privadas dicen que la reforma amenaza a que la salud quede en la incertidumbre.

Que la reforma pensional dejará a la deriva a los pensionados.

Entonces, añoramos aquellos buenos tiempos cuando el Partido Liberal entendía que construyendo un Estado Social de Derecho se modernizaba la economía.

A los legisladores les recomiendo otros dos libros que inspiraron la transformación del mundo, cuyos legados siguen vigentes para guiar el futuro político de nuestro país: “El contrato social” de Juan Jacobo Rousseau y “Ensayos sobre el gobierno civil” de John Locke.

Son dos propuestas para un Estado que emane de un pacto social y se gobierne con independencia de poderes.

Estos principios impactantes fundamentaron los libertadores que lideraron la independencia de las colonias.

Obtenida la independencia de España, los primeros estadistas acudieron a esas fuentes bibliográficas porque querían asumir la nueva realidad económica y política de los recientes países democráticos.

A pesar de los errores y de sus conductas entreguistas de recursos naturales, los gobiernos se fundamentaron con esos clásicos del pensamiento político para la construcción del Estado Social de Derecho.

Lo empoderaron con la misión de atender las demandas laborales y sociales.

En las campañas políticas los candidatos convocaban a los electores con propuestas sociales.

Que vuelvan esos tiempos dorados.

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